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martes, julio 31, 2007

Shilicos




“La historia moderna de Celendín empieza con la fundación política de la ciudad, el 19 de diciembre de 1802 , gracias a los esfuerzos previos del obispo de Trujillo Baltazar Jaime Martínez de Compañón y Bujanda, quien empujó el proceso de compra de una hacienda por sus arrendatarios, lo que culminó con el surgimiento de la actual población en una hermosa planicie al nororiente de Cajamarca”.


El gentilicio de Celendín es “celendino”, sin embargo los modismos regionalistas le dan la denominación de shilicos, designación que se ha institucionalizado y debido a sus productos emblemas y tradicionales como el chocolate y los sombreros nace el modismo “eres más shilico que el chocolate” cuando se refieren a un celendino autóctono.


El celendino se caracteriza por su ingenuidad, heredad que le ha venido por años y en la que los historiadores e investigadores no han llegado a un consenso, se dice que un grupo de judíos se asentó en la zona, de donde devendrían las generaciones actuales, a ello se le atribuye el color blanco de la piel y esos rasgos fisonómicos casi europeos que los distinguen notablemente, las mujeres de esta zona: José Gálvez, Sucre y Celendín son las mujeres más bellas de la región, solo comparadas con las de Chota, Chugur y Hualgayoc.


Un shilico es comparado a un gallego en España su acento cantarín y su ingenuidad extrema han dado fama a un pueblo enclavado en la cordillera andina. Muchas mujeres de esta tierra son bellos rostros del modelaje y la televisión en el Perú y sus artistas incomparables han dado fama no solo a Celendín sino al Perú entero. Nazario Chávez Aliaga, celendino, nos dejó un legado maravilloso de cinco increíbles tomos denominados “Monografía del departamento de Cajamarca” además de una serie de novelas y poemarios, Julio Garrido Malaver, notable poeta dejó un legado poético al Perú y el mundo, Jorge Wilson Izquierdo, Juvenal Vilela, el caricaturista autodenominado “El Vrocha” entre otros son testimonio de su arte y trascendencia.
Se dice que esa herencia judía, además de los rasgos genéticos, le proporcionó rasgos de personalidad inherentes, dentro de ellos la avaricia que desencadena en una extrema tacañería, sin embargo gran parte de lo expuesto queda en el tema de la especulación y la intriga, lo que sí es comprobable es la bondad de su gente, la calidez de su mirada y la discreción de sus sonrisas.
Celendín es un pueblo donde aún los taxis no han invadido el aire de su ciudad apenas las mototaxis y si uno se olvida algo en sus asientos, el conductor lo busca a uno hasta encontrarlo y le devuelve lo extraviado. El hablar cantarín le da a la gente un aire de bondad inigualable.
Sin embargo los días aciagos llegan con el tiempo y una nueva generación empieza a florecer como espinas, una generación joven que consume drogas y licor en la nocturnidad de sus calles, una generación que ve con tristeza cuando un policía libera a un preso para enviarlo a comprar cerveza… Y el preso regresa con el mandado y vuelve a su celda.


Celendín es un pueblo detenido en el tiempo, de paisajes bellos, de anchas calles y viejas casas llenas de historias. “La historia de nuestros pueblos está escrita en papel sellado” decía Ciro alegría, es hora de que la empecemos a escribir en papeles blancos con nuevos tintes de verdad para aliviar el camino de los que después vendrán, cuando ya no estemos, cuando ya nos hayamos ido.

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