La vida de los seres humanos es breve, si nos ponemos a pensar, con suerte algunas personas llegan a los cien años, tiempo que es muy breve en el mundo si lo comparamos con el tiempo que lleva la humanidad sobre la tierra. Durante ese tiempo, siempre breve, llega a nuestra vida una multitud de gente, afectos diferentes, vecinos, amigos, parientes, hijos, esposos (as), compañeros de trabajo, padres, hermanos y hasta las personas con quien reñimos a menudo.
Todas las personas llegan a nuestra vida solo por una temporada, larga o corta siempre acaba; por eso es preferible aprovechar al máximo esos instantes, porque siempre va a llegar un momento en que ellos se alejen de nosotros para siempre o llegará el instante en que lo hagamos nosotros.
De todo lo vivido solo quedará el recuerdo, de cada uno de nosotros depende si lo hacemos amargo o triste, feliz o bello. Nuestros vecinos lo son por un tiempo, nuestros compañeros de escuela o de universidad lo son mientras dura la vida académica; nuestros hijos mientras crecen, mientras renegamos con sus travesuras inocentes, mientras nos llena de angustia la espera cuando están ausentes, mientras estudian, mientras se enamoran… un día nos dirán adiós y tendremos que dejarlos volar como parte de la vida.
Nuestros padres entrañables, aquellos que nos dieron la vida y nos hicieron crecer aun teniendo muchas veces que dar parte de su vida misma para vernos felices, pero llegará un día en que nos dejen, en que se marchen por un sendero al que todo nuestro amor no podrá llegar, un camino por el que toda nuestra pena no podrá seguirlos. Por eso es mejor llenarnos de felicidad de abrazarnos hoy que aún es posible hoy que no todas las puertas se han cerrado, que nos pueden escuchar y ver para darnos la paz que necesitamos todos los hombres de la tierra.
Nuestra estancia en el mundo es breve, muy breve para gastar el tiempo que se nos dio lamentándonos de lo que pudo ser, preguntándonos por qué a mí me tuvo que pasar tal o cual tragedia, es muy breve nuestro tiempo en la vida para malgastarlo odiándonos, para ser indiferentes con quien solo quiere un poco de atención o de amor.
El camino recorrido es largo, cada día que vivimos se marcha y no vuelve más, puede haber otros con el mismo nombre con el mismo calor o el mismo frío pero nunca será como el que se fue ayer. Cada día nuevo es un triunfo sobre lo que fue, pero cada día nuevo puede también ser el último.
Todas las personas que llegan a nuestras vidas se van a ir un día y si no lo hacen ellas lo haremos nosotros. Por eso hay que agradecer cada día a Dios o a esa fuerza que podamos compararla con él. Gracias por la gente que me diste porque aprendí algo nuevo siempre, gracias por los padres, mis hermanos, mis hijos, mi familia, mi esposa, mis vecinos, mis amigos, mis compañeros… y aún la gente que no me quiere, porque de todos he aprendido algo.
La gente del mundo entero que estuvo hace doscientos años ya no está, nadie queda. De nada sirvieron sus odios pero sí sus risas y su amor.
Hay que ser agradecidos con cada día, con cada persona que se acerca a nuestras vidas y disfrutar esa presencia hoy que se puede, mañana puede ser tarde o simplemente puede ser que ese día nunca llegue.