Nuevamente ha surgido la polémica sobre el Servicio Militar Obligatorio (SMO) gracias a las propuestas de los fujimoristas Kenji Fujimori y Luisa María Cuculiza – aquella que se vistió de comando para probar los misiles bambas que compró Rafael Rey para el Perú siendo Ministro de Defensa y que casi acaba chamuscada luego de comprobar que los misiles no servían para nada- Ambos congresistas electos buscan implementar el servicio militar obligatorio.
Habría que revisar los antecedentes del dichoso servicio, muy bien narrado en las llamadas levas de Ciro Alegría y en el Tungsteno de César Vallejo, donde se plasma todo el abuso y el sufrimiento de quienes eran conscriptos levados y arrancados de sus raíces para “cumplir con la patria”.
En el Perú el Servicio Militar fue obligatorio solo para algunos sectores, a diferencia de otros países en donde se cumple con rigurosidad y sin distinciones. En nuestro país, la aplicación de esa obligatoriedad solo repercutiría en las arcas de la soldadesca militar quienes verían en esa ley el negocio redondo de sus carreras como ha sucedido siempre en nuestro país, escandalizarse por ello es cucufatería. Y como siempre en agravio de las clases menos pudientes y más necesitadas.
Gisella Vignolo, adjunta de los Derechos Humanos de la Defensoría del Pueblo, ya se ha pronunciado al respecto, afirmó que el servicio militar debe seguir siendo voluntario y no debe desnaturalizarse ni ser entendido como un espacio de control para jóvenes que tienen problemas de conducta.
Y lo ha dicho con claridad y contundencia, el servicio militar en nuestro país es un remedo de los que se aplican en otros países de Latinoamérica, no hay nada que lo haga atractivo, partiendo del “rancho” (comida) que es a nivel nacional deplorable, hasta las exiguas propinas que el Estado otorga, sin contar los abusos, muertes y desapariciones tantas veces denunciadas.
El otro problema que ha enfocado Vignolo es el de la confusión que se ha hecho del Servicio Militar con un reformatorio, equivocadamente algunos padres y el colectivo social en su mayoría piensa que es una correccional y que de allí egresan hombres “hechos y derechos”, disciplinados y responsables; nada más absurdo ni irreal.
El servicio militar tiene como finalidad el adiestrar a los jóvenes para que en determinado momento puedan defender la soberanía de la patria, pero es difícil adiestrar en cuarteles sin infraestructura, sin armamento operativo, sin municiones y con soldados famélicos y desprotegidos en todos los sentidos.
Una cosa es ser una anciana como Cuculiza, que gusta disfrazarse de militar cada vez que puede, o ser el hijo de un presidente, como lo fue Kenji Fujimori en algún momento cuando paseaba en helicóptero y jugaba a la guerrita con soldados a su mando y se creía un comando; y otra muy diferente es ser un sufrido poblador peruano que es extirpado del seno de su familia para ira a un cuartel a aprender himnos revanchistas y hacer ranas y lagartijas.
El servicio militar en el Perú debe ser reestructurado, reorganizado y quizás un día se pueda pensar en una entrecomillada obligatoriedad.