Era el 25 de julio, cuando se descubrió que en palacio de gobierno había sucedido un robo que por su trascendencia y magnitud debió ser denunciado ante el INC y no se hizo así, se manifestaba que según el reporte policial, de la sala de espera del Consejo de Ministros se robaron un escudo de bronce, una mesa de centro y tres piezas también de bronce, tipo montura; del hall del Consejo de Ministros faltaba un sillón de tres cuerpos, un adorno en forma de pantera, en bronce; de la Capilla de Palacio de Gobierno se habían robado dos candelabros de forma triangular; de la rotonda, una placa recordatoria de 35 por 45 centímetros; y de las salas Túpac Amaru y Jorge Basadre, tres pestillos y tres varillas de bronce.
Curiosamente cuando el hecho fue puesto al descubierto la primera dama de aquel entonces ya había fugado no sin antes insultar al notable arqueólogo Federico Kauffman, y no sin renegar de la nacionalidad peruana que antes había solicitado. Antes se había gastado 118 mil 972 soles en amoblar su despacho.
Días después de esa partida presurosa que ya se veía venir apareció en el portal de la universidad de Standford las asignaturas que la señora Karp dictaría a sus incautos alumnos “Pueblos indígenas e inclusión social en América Latina” (Código 262b, 5 créditos) y “Diversidad cultural, identidad étnica y gobernabilidad en América Latina” (Código 262c. 5 créditos).
Karp, aquella mujer que fue acusada de poner su nombre a estudios ajenos y cuestionada por su dirección de la Conapa e Indepa, es la persona que dictará cursos sobre los indígenas de América y sobre su gobernabilidad.
Pero la señora luego de estar desaparecida por mucho tiempo y en una aparente persecución por la INTERPOL, apareció cierto día rejuvenecida, sus antiguas arrugas generadas por sus no pocos años y sus arrebatos iracundos e endemoniados con cuanto peruano la contradecía o pretendía aclarar lo que estaba haciendo mal, habían desaparecido como por arte de magia. Los cinco millones de dólares que desaparecieron como sus arrugas de la CONAMA, durante su gestión, parece que habían podido aliviar ese paso de los años que le había dejado huellas profundas.
La “dama” apareció con su amplia sonrisa ya sin arrugas, libre de esas huellas que el tiempo le dejó en el rostro. Olvidada de los misteriosos robos sucedidos en Palacio y olvidada de las momias de la cultura Chachapoyas que también desaparecieron como sus célebres arrugas.
Ella puede pasear por el mundo luciendo su nuevo y juvenil rostro, puede engatusar a sus alumnos con historias inventadas que ella misma desconoce, puede haberse quitado esas arrugas de su europeo y frío rostro, pero hay arrugas que no puede borrar con el pueblo peruano ni con las comunidades indígenas a las que estafó y robó con impunidad, hay arrugas que Eliane no podrá borrar ni con todo el oro mundo. Aquellas arrugas que el pueblo peruano no olvidará y que recordamos con esa vejez prematura que ella impuso en esos cinco años que fungió de primera dama.