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jueves, marzo 22, 2012

El amante uruguayo


La leyenda de Lorca y los mitos que rodean su muerte no tienen fin. Todavía no se sabe dónde están sus restos, y ahora, tras el redescubrimiento del escritor Enrique Amorim, un millonario uruguayo que fue amante del poeta cuando estuvo en Argentina, queda en el aire la pregunta de si este pudo robar su cadáver.

Se trata de una apasionante historia que Santiago Roncagliolo (Lima, 1975) ha plasmado en su libro El amante uruguayo. Una historia real, publicado por editorial Alcalá; una monumental investigación por el Buenos Aires de los años treinta, la guerra civil española y el París de posguerra, y por la historia de los máximos creadores del siglo XX, como Picasso, Chaplin, Neruda o Borges.

La de Roncagliolo es una pesquisa que empezó con el interrogante de saber si sería verdad que Amorim, un seductor, comunista y homosexual casado, había robado el cadáver de Lorca. Después de todo, él mismo dijo que así lo había hecho, durante un homenaje al poeta que él presidió en Salto, a orillas del río, ante multitud de gente. Ese día de 1953, 17 años después de la muerte de García Lorca, el uruguayo enterró una caja blanca -que se supone contenía los huesos del poeta- y levantó un monumento en su honor .

"Cuarenta y ocho años después, el monumento y su misterioso contenido siguen ahí, intactos -dice Roncagliolo-, pero nadie quiere decir ni una palabra sobre si es verdad que García Lorca está enterrado ahí".

Cierto o no, la historia le pareció fascinante al escritor peruano porque con ella descubrió que detrás existía un personaje novelesco, y se puso en marcha para investigar su legado.

"Amorim era un escritor; bueno, más personaje que escritor -precisa Rocangliolo-. Con 40 libros escritos, pero con poca memoria de ellos, y que se sabía todos los secretos de los artistas del siglo XX. Su vida era su mejor obra. Sabía mucho y no lo podía contar, porque en los cincuenta no se podía hablar de la homosexualidad de Lorca o de Jacinto Benavente, ni de los dudosos manejos del partido comunista, en el que él mismo militó", comenta el autor de Abril rojo, el thriller Premio Alfaguara de 2006, que lo lanzó a la fama.

Según Roncagliolo, Amorim, a quien artistas como Picasso le pedían plata (aunque luego se lo cobraba caro), dejó un vasto material para que alguien relatara su vida. "Y me tocó a mí -afirma el escritor-, aunque en realidad su vida sigue estando llena de enigmas. Si los restos de Lorca están donde dice él que los dejó, es un hecho histórico; pero, si no, esta sería su última burla al mundo intelectual que nunca lo tomó en serio", subraya.

El libro, que se lee de manera trepidante, está plagado de anécdotas y descubrimientos; cuenta que Amorim y Lorca fueron amantes cuando este último estuvo en Argentina y en Uruguay, y un tiempo en Madrid, con cartas que hablan de una relación de cómplices y muy pícara.

"Es difícil saber cómo fue de íntima esa relación -explica Roncagliolo-. Gibson cuenta que mucha gente se enamoraba de Lorca, y él la olvidaba rápidamente. Pero yo creo que Amorim llegó a creer que su amor fue mucho más intenso. Incluso pensaba que a Lorca lo mataron por su culpa, por haberles pillado una conversación en la calle en la que ellos admitían sus filias y sus fobias políticas".

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