El indulto concedido a José Enrique Crusillat, quien fuera condenado a ocho años de prisión por haber vendido la línea editorial de América Televisión al régimen fujimorista, y el que fue exhibido en algunos vladivideos donde se lo veía recibiendo montañas de dinero, ha causado dudas en los sectores más perspicaces y serias controversias al respecto. Según se dijo, Crusillat, fue indultado “por razones humanitarias”. Los apristas y sus blancos pañuelos se semejan a los taurómacos que piden el indulto de las reses que sacrifican en una plaza agitando sus blancos pañuelos.
“Hemos tenido que controlar sus emociones, se le han tomado los exámenes correspondientes, pues la noticia podía causar algún efecto en su cardiopatía o en su hipertensión no controlada”, informó nada menos que su abogado.
La gracia presidencial procedió porque según los informes de la comisión de indultos la situación de José Enrique Crousillat es muy delicada y existe riesgo de muerte. Hecho que evidentemente no ha sido creído por la gran mayoría de peruanos.
José Enrique Crousillat, quien junto con su hijo José Francisco, escaparon del país en el 2001 y fueron extraditados de Argentina en el 2006 probablemente es uno de los pocos afortunados que se hacen merecedores de un indulto presidencial en el Perú. Miles de enfermos terminales con cáncer o SIDA en el país no gozarán jamás del mismo privilegio, simplemente porque no tienen la posibilidad de un abogado que pueda lidiar por ellos, o quizás por que la palabra humanitario no fue concebida para ellos.
Crousillat, quien cumplió cinco años en prisión de los ocho a los que fue condenado por la Segunda Sala Penal Anticorrupción, deberá pagar al Estado una reparación civil de ocho millones de soles que aún no ha sido cancelada.
El indulto anula la pena, más no el pago de la reparación civil. Muchas dudas ha levantado esa posición del gobierno con respecto a un tema tan polémico como la corrupción, la que parece que es avalada o tratada blandamente, como si se preparara un camino para un “aterrizaje forzoso” más adelante.
Ojalá que entre los mil indultos que el gobierno ha anunciado para antes de fin de año, no figuren los mafiosos del fujimorato y que sí lo hagan quienes realmente necesiten, como son los miles de enfermos terminales que no tienen quien bogue por ellos, que nunca robaron millones, que no tienen amigos en el congreso ni en los ministerios y que están condenados de por vida por robar unos panes o unos mendrugos a los poderosos.
“Hemos tenido que controlar sus emociones, se le han tomado los exámenes correspondientes, pues la noticia podía causar algún efecto en su cardiopatía o en su hipertensión no controlada”, informó nada menos que su abogado.
La gracia presidencial procedió porque según los informes de la comisión de indultos la situación de José Enrique Crousillat es muy delicada y existe riesgo de muerte. Hecho que evidentemente no ha sido creído por la gran mayoría de peruanos.
José Enrique Crousillat, quien junto con su hijo José Francisco, escaparon del país en el 2001 y fueron extraditados de Argentina en el 2006 probablemente es uno de los pocos afortunados que se hacen merecedores de un indulto presidencial en el Perú. Miles de enfermos terminales con cáncer o SIDA en el país no gozarán jamás del mismo privilegio, simplemente porque no tienen la posibilidad de un abogado que pueda lidiar por ellos, o quizás por que la palabra humanitario no fue concebida para ellos.
Crousillat, quien cumplió cinco años en prisión de los ocho a los que fue condenado por la Segunda Sala Penal Anticorrupción, deberá pagar al Estado una reparación civil de ocho millones de soles que aún no ha sido cancelada.
El indulto anula la pena, más no el pago de la reparación civil. Muchas dudas ha levantado esa posición del gobierno con respecto a un tema tan polémico como la corrupción, la que parece que es avalada o tratada blandamente, como si se preparara un camino para un “aterrizaje forzoso” más adelante.
Ojalá que entre los mil indultos que el gobierno ha anunciado para antes de fin de año, no figuren los mafiosos del fujimorato y que sí lo hagan quienes realmente necesiten, como son los miles de enfermos terminales que no tienen quien bogue por ellos, que nunca robaron millones, que no tienen amigos en el congreso ni en los ministerios y que están condenados de por vida por robar unos panes o unos mendrugos a los poderosos.