Editorial Planeta, 127 páginas, edición Autores Españoles e Iberoamericanos, 2006. Libro de contenido nada recomendable, carente de valores y de inoficiosas coincidencias que decaen en un libro lleno de elucubraciones tácitas. Sin caer en la cucufatería, sin ánimos destructivos, la combinación de palabras que forman su nombre, nos da una idea de la obra, tiene todo de la primera y nada de la segunda. Definitivamente no podemos decir lo mismo del resto de la virtuosa obra de Ampuero, pero en esta última entrega no existe ni trama, ni nudo, ni final que lo salve.
Literariamente la obra es fofa y ausente, tocando una temática ya manoseada por otros autores en el mundo y con ningún éxito exceptuando a “El jardín de las bellas durmientes”, de Yasunami Kawabata, Premio Nóbel 1968, después de él ni el mismo Gabriel García Márquez con su “Memoria de mis putas tristes” han conseguido un logro importante con un tema tan poco virtuoso como la prostitución y los azaroso incestos que narra la novela.
Noemí es una joven prostituta que habita en Lima, es una mujer norteña a quien la vida arrastró a la gran urbe, en ella conoce a un joven aspirante a escritor interesado en publicar la vida de esta mujer atrapada en sus recuerdos y heridas emocionales, se acerca cada día y paga por veinte minutos para estar con ella, pero no para recibir sus favores, sino para escucharla y tomar nota de su vida. Noemí le narra su vida, como la de una flor arrancada antes de que llegue la primavera. Un historia de vejámenes y abandonos, de esperanzas cifradas en la nada. Una hermana que es iniciada en su vida sexual, al igual que ella, por un padrastro mutilado en convivencia con una madre prostituta, un vida en el abandono moral que concluye en relaciones incestuosas con su hermano mellizo que finalmente la madre llega a descubrir y comienza su huída. En la capital la vida no fue más amable con ella, sin embargo le brindó ciertos “ascensos” en ese mundo hostil y peligroso y se convirtió en dama de compañía de un grupo de poderosos funcionarios reclutados por militares al servicio del gobierno en esa década del fujimorato en que la corrupción primaba en todas las esferas. El aprendiz de escritor que comentaba a diario su oficiosa labor al “chueco Tapia” su gran amigo, se queda con el sueño trunco ya que para no salir de ese triste y miserable contexto social que engloba la época, es atropellado por una Combi cuando leía en un paradero.
Las novelas de “Las niñas malas” se han puesto de moda porque venden, porque alimentan un morbo colectivo. Literariamente se encuentra algunos vacíos que hunden a la lectura a ratos en abismos difíciles de alcanzar y en ciertas partes chispazos de lucidez que nos recuerdan a toda la virtuosa obra de Ampuero, chispazos que vuelven como un grito en medio de la oscuridad. Hay diálogos que carecen de ritmo debido a que el lenguaje amical y callejero se torna un lenguaje muy complejo y casi filosófico invariablemente, no con el afán de dar una personalidad a un personaje sino como pinceladas difusas en cada uno de ellos, intermitentemente.
La novela de Ampuero ha caído en una trampa apresurada de marketing con un nombre que puede llamar la atención pero desencantar de inmediato, pese a fu fluidez. Antes que Puta Linda, recomendamos “Taxi Drive sin Robert De Niro” que sí es una muestra sublime de las joyas literaria de este notable autor peruano.