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lunes, febrero 05, 2007

De un tigre que cazaba ratas, narcotraficantes, delincuentes, sembradores de amapola, mercaderes estatales y otras inmundicias.



Hace unos días el coronel Alfonso Chavarri Estrada, cajamarquino, a quien no le tembló la mano cuando se trató de sancionar a sus congéneres involucrados en actos de corrupción y en dolosas actitudes, fue cambiado a otra unidad, por ende a otra ciudad, dejando trunca la labor emprendida con abnegación y sacrificio. Fui testigo como lo fue la ciudad y el país entero, de sus logros y vicisitudes en la lucha contra la delincuencia y el narcotráfico, soy testigo fehaciente de las sanciones que dio a sus subordinados cuando estos fueron descubiertos en el mal uso de la vestimenta oficial, de los abusos que condenó sin dudar un instante, porque su meta fue cambiar el rostro de la tierra donde nació, de la tierra que el amó y ama. Si hubiese muerto sería un héroe y un parque llevaría su nombre y un día cualquiera se le llevarían flores y salvas de cañón evocarían su memoria.

Pero el Coronel Chavarri no murió y se convirtió en un ser molesto para los intereses de los poderosos y narcotraficantes, para las mafias organizadas y para las bandas delincuenciales y aún para aquellas que mejor organizadas están enquistadas en entes gubernamentales, en sociedades secretas y con códigos silentes y enormes cifras en cuentas bancarias extranjeras. Por eso había que sacarlo de esta tierra. Chavarri se había convertido en un ser molesto y osado, capaz de emprender kilométricos trabajos de inteligencia para capturar a narcotraficantes que antes nunca fueron descubiertos en inhóspitos lugares, como capaz también de enfrentarse a compañías de seguridad de los más poderosos, aquellos que estuvieron acostumbrados a ser intocables. Definitivamente era un coronel que se había convertido en una piedra en el zapato para intereses subalternos y miserables de un flanco del gobierno y para potentadas mineras acostumbradas a ser vitoreadas en sus más oscuras andanzas. Para otros fue una piedra en el borceguí, a esos militares mediocres acostumbrados a vegetar les robó el protagonismo.

Cuando no está el gato los ratones bailan, dice el viejo refrán, ahora no está el tigre y bailan ratones, pericotes, ratas, perros, vendedores de auto-partes robadas, sembradores de amapola, narcotraficantes, delincuentes y uno que otro policía que se sintió incómodo con un orden absoluto, uno que otro de aquellos que fueron sancionados por la rectitud de un hombre cabal y honesto.

En nuestra patria, estamos acostumbrados a la postrimería y más aún en nuestra Cajamarca, somos la imagen viva del “in memoriam” y de los agradecimientos olvidados. Somos el pueblo que acepta todo, aún sabiendo que está mal. El legado que nos dejó el Coronel Alfonso Chavarri permanecerá incólume en nuestra ciudad y en nuestra patria, siempre vamos a recordar la imagen de un hombre que supo sembrar en una institución como la Policía Nacional, autenticos valores y logros legendarios y míticos. Gracias por la paz y tranquilidad que durante el periodo de su gestión hemos tenido. Un día la historia lo va recordar como el héroe que realmente es, un día cuando el Perú, nuestra patria, sea distinto, cuando los sátrapas que hoy aún lo poseen hayan sido desterrados para siempre, cuando los miserables que hoy la gobiernan aprendan a llamar a las cosas por su nombre… Solo entonces una plaza o una calle llevarán merecidamente ese nombre brillante de aquel que sirvió a su patria, a su pueblo y a sus raíces. Gracias Coronel y no olvide que el mundo es pequeño y que cada día da una vuelta y que la justicia tarda pero llega.

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