· Crónica de una ausencia anunciada.
Nos encontramos a solo unas horas del fin del segundo periodo del presidente Alan García Pérez, aquel que marcó todo una época en política y gracias a sus dotes de orador hizo ver a los peruanos una realidad distinta a la real, algunos le llamaron encantador de serpientes, otros cuestionaron (mos) duramente sus métodos poco transparentes en las acciones que tomaba para decidir temas importantes como la entrega de los recursos naturales peruanos a empresas tan polémicas como aquella que trajo abajo el andamiaje de corrupción y puso en evidencia a su viejo amigo y camarada Rómulo León.
García Pérez tuvo esta vez menos errores que en el primer gobierno y aunque hayan temas que han quedado en agenda y que no convencieron por el apuro con que se hizo la toma de decisiones en los últimos meses, no podemos negar que es un demócrata y que “lo baila´o” nadie se lo quita. Hizo en estos últimos cinco años una lección cotidiana de cómo no se debe bailar cuando se improvisa. En cinco años el presidente, subió de peso como no lo había hecho en los 16 años que estuvo ausente del poder y refugiado en Francia.
Alan tuvo suerte en las elecciones que le otorgaron el segundo mandato, los peruanos en mayoría pensamos que era mejor votar por el viejo conocido que por el nuevo por conocer y volvió a palacio a demostrar que había cambiado mucho con respecto al Alan treintón del año ´85, esta vez fue más maduro y por eso fue más cordial, se equivocó menos; fue más cauto al tomar sus decisiones y menos torpe al momento de decidir los temas económicos. No podemos negar que la economía del país tuvo estabilidad y crecimiento, al menos en lineamientos generales.
Las relaciones con los países vecinos se mantuvieron en calma y no hubo el fantasma de la guerra como en circunstancias anteriores, hubiera sido mejor que se alejase de gente como los fujimoristas para alcanzar un equilibrio y recuerdo perdurable, pero los favores políticos tarde o temprano se pagan y el APRA le debía a los fujimoristas mucho. – por eso no sería raro que concrete el indulto de Alberto Fujimori aún ahora para saldar las últimas deudas con el súbdito de Japón-.
Las cifras que dirá en su discurso el 28 de julio no van a coincidir con la realidad, pero eso no es nuevo, nunca coinciden las de ningún presidente, solo reciben informes bonitos y maquillados que multiplican los logros y reducen las cifras de pobreza y analfabetismos a su mínima expresión – Alan, por ejemplo se va pensando que en el Perú ya no hay analfabetos –
En su vida personal dio muestras de ser un ser humano como cualquiera, con aciertos y errores, que se enamora, que puede acabar lastimando a la mujer y a los hijos que ama para tener un desliz con descendencia incluida y salir después a pedir perdón públicamente para luego, en el primer momento de calentura volver a las andadas, o mandar chuponear a las novias de otros por estar flechado por Cupido. Alan es un humano al fin y al cabo.
Seguramente que ahora quedará un sabor agrio en su memoria, ese sabor que tenemos todos cuando nos toca partir, emprender la retirada, descender de esa fama o del poder y volver a ser uno mismo, a soñar como antes, a ver la vida por las cosas simples y admitir que nuestros errores son parte del crecer, del vivir, de envejecer y que siempre serán amados mientras aprendamos algo nuevo de ellos.