La marcha protagonizada por trabajadores de Construcción Civil el día miércoles 13 ha sido una clara prueba de que Cajamarca se ha convertido en una ciudad violenta en paralelo a ese “desarrollo” del que tanto se habla y hasta se alardea.
Todos los gremios organizados del país tienen derecho a ejercer la protesta cuando sienten que sus derechos han sido vulnerados, sin embargo, resulta inadmisible que entre ellos se mimeticen delincuentes quienes con actitudes matonescas convierten un pedido que puede ser justo en una denigrante actuación y ponen en riesgo la vida de los ciudadanos pacíficos.
Para nadie es nuevo que existen mafias dentro del sector de Construcción Civil, quienes - así ha quedado demostrado con los videos emitidos por los medios de comunicación-, han trasladado las actitudes violentistas con las que trabajan en las grandes ciudades de la costa hasta nuestra ciudad.
La destrucción que han hecho en el colegio San Ramón es una muestra contundente de que se pretende instalar en Cajamarca esos métodos usados en Lima con las grandes obras. Tolerar ese tipo de acciones es aceptar que se instaure, como consecuencia, los cupos y las extorsiones que tantas vidas han costado por grupos de desadaptados y que ven a diario en la escena nacional.
Cajamarca se volvió hace más de una década en una ciudad próspera con una economía creciente que la convirtió en el foco de inversionistas y empresarios, sin embargo, en paralelo llegó una migración oscura de personajes entre los que figuraban “marcas”, prostitutas, hampones y una serie de indeseables que pretenden hacer su imperio en esta ciudad.
La Policía Nacional del Perú tiene la obligación de actuar con la más rigurosa severidad con quienes pretenden sembrar un clima de intranquilidad y miedo en Cajamarca y hacer respetar el Estado de Derecho en el que vivimos, actuar blandamente con estos grupos sería ceder y ser permisivos con los males posteriores.
La turba de desadaptados, sabía que estaba delinquiendo, por ello cuando se dieron cuenta que eran filmados por el reportero Jorge Muñoz no tuvieron argumentos para justificar su actuar y lo atacaron cobardemente, en grupo con piedras y palos, como bárbaros que buscan hacer sus propias leyes y sin más teoría que la bestialidad.
Mucha gente foránea se encuentra en ese gremio liderando las acciones de quienes creen de que el derecho de protestar les otorga facultades para atacar, violentar la propiedad privada y fracturar los derechos de los demás.
La reacción de la policía contra esa horda de bandidos ha sido la adecuada, lamentablemente ello ha significado que personas inocentes como escolares se vean afectados colateralmente por los gases lacrimógenos.
Es importante definir las cosas, que se entienda que Cajamarca es una ciudad acogedora y con gente buena, pero ello no significa ser permisivos, mucho menos callar cuando es necesario hacerlo. Ese tipo de actos de violencia deben cortarse de raíz aunque ello signifique tomar medidas radicales.