Lo acontecido recientemente con la Cruz de Motupe ha sido un hecho de intolerancia emblemático de los últimos tiempos, el hurto y posterior destrucción de uno de los iconos de la fe religiosa de los peruanos es una prueba fehaciente de que en el Perú existe una intolerancia desmedida en cuanto al credo de quienes profesan una fe diferente a la de quienes han cometido tamaño atentado.
Según informa la enciclopedia virtual Wikipedia, entre los años de 1860 y 1865, habitaba en el Cerro Chalpón Fray Juan Agustín de Abad, religioso de la orden franciscana, donde transcurría la mayor parte del día recogido en oración, e inspirado en alcanzar la santidad, lograba con mucha fe y esfuerzo superar la soledad, siendo su compañera la naturaleza. Era muy frecuente que el religioso recorriera las calles de los pueblos aledaños, donde celebraba misas, bautizaba y rezaba el Santo Rosario.
No obstante un buen día, el querido sacerdote partió sin dejar rastro alguno, pero previamente comunicó a la gente más cercana a él, que en el Cerro Chalpón, en Cerro Rajado y el Cerro Penachí, dejaba cruces de grandes dimensiones ejecutadas por sus propias manos, hechas con madera del árbol Guayacán, las mismas que deberían ser halladas y consideradas protectores de todo aquel sitio. Muchas personas que intentaron por todos los medios buscar las cruces, no lograban sus objetivos debido a lo accidentado del lugar. Años más tarde se recibió la penosa noticia del fallecimiento del sacerdote, víctima de la “uta” el 13 de octubre de 1866.
Luego de la desaparición física del religioso, y cuando su recuerdo casi había sido olvidado de la mente de los pobladores, un grupo de astrólogos vaticinaron un temible cataclismo que destruiría parte de la humanidad. El pueblo inmediatamente siguió las instrucciones que en vida había dejado el Padre Abad, y una prueba tangible fue encontrar manuscritos del religioso realizados con su propia sangre. La población renovó su fe entregándose nuevamente a la búsqueda de la cruz.
Luego de fallidos intentos, el memorable 5 de agosto de 1868, tuvo el privilegio un joven poblador cuyo nombre fue José Mercedes Anteparra Peralta, de 22 años de edad, quien encontró la Santísima Cruz en la cumbre del cerro Chalpón, incrustada en una especie de gruta o cueva. El entonces obispo de Trujillo lo nombró como primer mayordomo, misma encomienda que mantuvo hasta el día de su fallecimiento el 10 de abril de 1921.
La intolerancia con respecto a los distintos credos es una corriente que se ha incrementado en los últimos años, se habla mucho de una tendencia que desestima a las representaciones religiosas y hasta las considera pecaminosas, sin embargo, si no fuera por esa tolerancia estos minúsculos grupos religiosos no hubieran surgido ni tampoco prosperado con el tiempo.
El Perú reúne una serie de tendencias religiosas, en cada cuadra existe una y las religiones surgen en cada manzana urbana con las más diversas interpretaciones, poco a poco se fueron apoderando de sectores populares y en muchos casos hasta han creado sólidos imperios con los ya famosos diezmos.
En un país pluricultural como el nuestro, con una cantidad inmensa de razas y credos es preciso ser muy tolerantes con todas las manifestaciones que surgen y más con aquellas que ya han sido institucionalizadas como son las que se añejaron en la conciencia de los peruanos y representan nuestra tradición y nuestra historia.