Es viernes por la tarde y hace frío. Mi hija Patricia Azul, juega con unas crayolas, pinta, hace líneas y canta una canción que la hace feliz mientras escribo en la computadora, la canción se termina y me pide que la repita, se vuelve a terminar y ella insiste que la repita una y otra vez. El You Tube se ha pasado más de dos horas cantando la misma melodía que está de moda.
La salsa nunca me ha gustado mucho, siempre he sido más bien un romántico que amaba otras canciones, pero hoy Azul me enseña una nueva canción a fuerza de escucharla “Yo no sé mañana…” de Luis Enrique, un salsero moderno que canta con ciertos aires de divo y que además no lo hace mal, la canción ha empezado a meterse en mi cabeza, empiezo a aprenderla y encuentro un estribillo que me resulta sugerente para un momento así.
“Yo no sé mañana, si se acaba el mundo, si estaremos juntos” Y yo no sé porque esa letra empieza a gustarme, mientras mi hija escribe en un cuaderno líneas indefinidas que semejan las mordidas de un tiburón, ha descubierto que las paredes y el piso son un paisaje en blanco sobre el que se pueden inventar historias de colores también, mientras yo descubro que mi hija es un alivio a estos días aciagos que me dan más frío todavía.
Desde la calle llega el rumor de la ciudad que se acomoda con la noche, los motores de los carros son ronroneos metálicos que van y vienen y el rumor de la gente llega como olas que se acercan a la playa de la ventana y luego se marchan incesantes. Luis Enrique sigue cantando en los parlantes y la monotonía de su voz me empieza a parecer cada vez mejor. Cada vez esa canción se parece más a una balada.
Yo no se mañana… Tampoco yo sé, pero he preferido estos días no pensar en ello, he preferido no disgustarme perdiendo tiempo pensando en el ayer o en la sombra que dejamos al caminar, prefiero mirar adelante y dejar de sentirme solo. Prefiero escribir para sentirme acompañado y estar al lado de mi hija que canta como nunca había pensado escucharla cantar una canción tan larga, canta con vehemencia y solo hace un par de meses cumplió los dos años.
De pronto decide empezar a bailar con esa inocencia que es habitual en ella, se acerca moviéndose y me mira a los ojos. Yo no sé mañana… balbucea en un lenguaje insipiente y travieso, su mirada ha quedado adherida a la mía, sus ojitos brillan y la canción sigue Yo no sé mañana…
Yo no sé mañana, yo no sé mañana… esta vida es igual que un libro, cada pagina es un día vivido, no tratemos de correr antes de andar…
La noche ha caído y el frío se ha hecho dueño de cada rincón del cielo, la luna inmensamente llena surca el horizonte como un viejo naufragio que se resiste a ser encontrado. A esta hora la pena es más larga y bailo tomado de la mano de mi hija de dos años como nunca antes lo había hecho, totalmente sobrio, cantando, siendo feliz con su mirada y con su inocencia, esa que tararea la canción de memoria sin dejar de mirarme y me tiene tomado de mi alma con su mirada y me hace bailar como si fuera un muñeco de trapo.
Yo no sé mañana… Para que pensar y suponer, no preguntes cosas que no sé, yo no sé…
Luis Enrique sigue cantando desde la red y me siento feliz de haberlo conocido en esta tarde de mayo y agradecido de que me haya enseñado la mirada más tierna del mundo desde los ojos de mi hija Azul.