Juan Luis Cipriani, obispo de Lima, quien durante la dictadura fujimorista se puso al servicio del tirano y mostró su abierto desprecio a los derechos humanos, el mismo que con su lenguaje procaz llegó a afirmar sin rubor que los derechos humanos son una "cojudez". Recientemente volvió a hacer noticia al mostrar su malestar cuando se lo interrogó sobre la situación del sacerdote belga Jef Van Den, acusado de pedofilia en Bélgica, el mismo que se encuentra ejerciendo la labor docente en nuestro país.
No es nueva la actitud de Cipriani si tenemos en cuenta, por ejemplo, que son conocidas las relaciones de Emilio Massera con el Vaticano, aquel militar argentino que hizo de esa frase sobre Derechos Humanos, todo un emblema y un icono, aquella que Cipriani repitió alegremente. Massera fue un experto en picana eléctrica, submarino (inmersión en tina de prisioneros por varios minutos), colgadas de distintas partes del cuerpo, introducción de palos punzantes por la vagina y el ano, lanzamiento desde helicópteros y secuestro de hijos de los detenidos, sin duda uno de los más grandes violadores de derechos humanos en el mundo y que fuera absuelto por sus buenas relaciones con el mismo Papa y con políticos de baja estofa como Carlos Saúl Menem o Berlusconi, pese a que en las desapariciones forzadas figuraban monjas y sacerdotes y centenares de argentinos.
Cipriani una vez más busca salirse por la tangente en un tema escandaloso. Mientras que el viceministro de Gestión Pedagógica del Ministerio de Educación, Idel Vexler, adelantó que se ha ordenando una investigación para establecer de qué manera Jef Van Den accedió al permiso para ser profesor de idiomas y director de dos institutos en el distrito de Ichuña, Moquegua. Cipriani ha preferido decir que solo son ganas de hacer escándalo por parte de la prensa. Y es que Cipriani, incorregible, inmutable en su pensamiento y dogma no concibe los derechos humanos como uno de los bastiones de cualquier sociedad civilizada y prefiere el sometimiento exclusivo al Opus Dei a costa de lo que sea, tal como lo ha hecho en otras ocasiones en circunstancias siempre polémicas.
Pero el pensamiento de Massera que tan bien parafrasea Juan Luis Cipriano no solo es propio de ellos, también lo fue de Abimael, Hitler, Mussolini, Trujillo, Pinochet, Stalin… y otros más repudiados por la historia.
El nombramiento del mediocre Cipriani a Cardenal hace un tiempo tuvo sus bemoles gracias a que el nuevo principio eclesiocrático dice poco más o menos así: "Nómbrese cardenal -o obispo- a quien haya demostrado una probada fidelidad al Papa, aun cuando el pueblo cristiano y la ciudadanía lo rechacen". Es una forma poco -o por mejor decir, nada- democrática de entrar en el siglo XXI y así fue nombrado Cipriani, por sobón y ayayero, mientras que monseñor Bambarén fue dejado en el submundo del catolicismo, algo así como el Ernesto Cardenal reprendido ante millones de personas nada más y nada menos que por el propio Juan Pablo II en la misma Nicaragua.
Los Derechos Humanos pueden ser una “cojudez” para Cipriani –como él mismo lo ha dicho- pero no puede serlo así para el Ministerio de Educación.
El Viceministro de Educación ha dicho “Lamento mucho que un sacerdote acusado de pedofilia ejerza la docencia en el Perú. El Ministerio de Educación solicitará a la Dirección Regional de Moquegua una profunda investigación. Vamos a sancionar a los responsables. Se trata de una negligencia muy seria, pues nunca se investigó los orígenes de este señor”
Y esperemos que así sea pues no se puede permitir que un pastor mentiroso, aún contando con el respaldo de la Iglesia, retoce alegremente entre un rebaño de blancas ovejas.