Hace mucho que los
juegos dejaron de ser esas inocentes reuniones de infancia para transformarse,
o peor aún, para individualizarse y convertir a los seres humanos en personas
más solitarias todavía.
Las escondidas, la
ronda, matagente, canicas, chanos, los trompos, los zurzules, la saperis –aperis-
, la pega, rayuelo son entre otros los juegos más memorables que se heredaron
por generaciones y que han hecho el deleite de niños y niñas por años.
Un interesante
estudio realizado por los historiadores cajamarquinos Julio Sarmiento y Tristán Ravines revela que
la gran mayoría de juegos que se conocieron hasta fines del 1900 fueron
herencia de la colonia, cada uno con reglas y matices diferentes y algunos solo
hechos para niños y otros solo para niñas.
Juguetes hubo en
todo los tiempos, se buscaba distraer a los infantes y restarles el
aburrimiento, algunos muy ingeniosos, otros en cambio, bastante sencillos, pero
cada uno con su encanto.
Desde 1999, cada 28
de mayo, se celebra el Día Internacional del Juego, cuya finalidad no es
comprar juguetes sofisticados, sino fomentar las actividades lúdicas entre
niños y adultos, en las que su imaginación los haga volar al infinito.
Rememorar tal vez y recordar.
Hoy por ejemplo, ya
no se ven trompos en los mercados, tampoco las tiendas tienen frascos llenos de
canicas porque hace tiempo que se dejó de fabricarlas porque ya nadie las
compraba. Apenas si las cometas subsisten y de manera muy esporádica en algunos
eventos que buscan revalorar los viejos juguetes y ponerlos en escena.
La vida con la
evolución se fue haciendo virtual y es el mundo en el que hoy habitamos es un
mundo en que cada vez somos más individualistas, porque para jugar no se
necesita de un grupo de amigos ni de un patio o un campo extenso por donde se
pueda arrastrar un trompo a quiñes, hoy para jugar solo se necesita una
computadora, una tablet una consola de juegos o cualquier artefacto que hace
que el ser humano se aísle más y se ensimisme.
Un reciente estudio
indica que los juegos virtuales – por su mismo contexto – no solo
hacen del niño un ser violento, sino que le generan serias dolencias oculares,
problemas de columna y hasta causan ludopatía en algunos casos.
Los juegos de
antaño eran distintos, tenían su encanto y su magia y además permitían que
tanto niñas y niños ejerciten sus músculos, con el solo hecho de correr o
andar.
Una de las
historias más memorables de la literatura peruana en donde se habla de un juego
es “El trompo” de José Diez Canseco: El tesoro del protagonista del relato es
un trompo, hermoso y pulido, hecho de naranjo al cual le había adaptado un
clavo filoso y brillante como las espuelas de los gallos de pelea de su
criadero.
Aquel trompo era el
orgullo de “chupitos”, y los muchachos de la cuadra lo sabían, sobre todo
Carmona el líder de la gallada, quien lo retó taimado a la “cocina”, “un juego
que consiste en ir empujando al trompo contrario hasta meterlo dentro de un
círculo, donde el perdedor tiene que entregar el trompo cocinado a quien tuvo
la habilidad rastrera de saberlo empujar”.
El fuerte de
“chupitos” eran los “quiñes”, muchas veces su pulido trompo de naranja y
afilada punta había abierto en dos a su contrario y é l nunca se permitió una
burla.
Apenas la sonrisa
presuntuosa que delataba el orgullo de su sabiduría en el juego.