La semana pasada
nos llegó la noticia, Rafael Videla, uno de los tiranos más grandes de América
había muerto en prisión a los 87 años. Su gobierno estuvo marcado por el
terror.
"Un ser
despreciable ha dejado este mundo", dijo la presidenta de las Abuelas de
Plaza de Mayo, Estela de Carlotto, al saber sobre la muerte de Jorge Rafael
Videla, fallecido este viernes.
Ideólogo de la
represión de Estado en Argentina entre 1976 y 1983, Videla murió en la cárcel
por causas naturales.
Fue uno de los
hombres más controvertidos y odiados de Argentina, y bajo su régimen murieron o
desaparecieron unas 30.000 personas, según cifras de organismos de derechos
humanos. Hoy está muerto.
La vida de los
países americanos está plagada de episodios siniestros y de dictaduras
miserables que han ensombrecido la democracia cada cierto tiempo. Los países de
América han tenido dictaduras atroces y hay quienes aún las siguen teniendo,
como sucede hoy con Cuba y Venezuela.
Lo de Videla no es
un hecho aislado pero si nos toca muy cerca debido a que el Perú recientemente
vivió una de las dictaduras más prolongadas con características similares, en
nombre de la pacificación se violaron derechos humanos, se mató con impunidad y
hasta se cremaban diariamente en los sótanos del Pentagonito los cuerpos de las
víctimas asesinadas por los militares.
Argentina nos ha
dado un ejemplo claro, su gobierno no se dejó chantajear nunca por presiones
mediáticas para dejar en libertad a un asesino como lo fue Videla. Las más de
30 mil muertes que causó en Argentina, los más de 400 niños que fueron
arrebatados a sus madres no pueden celebrar pero si hacer una reflexión sobre
lo que le sucede a los miserables que mandaron ejecutar a miles de hombres o a
lanzarlos desde un avión.
La historia no
puede celebrar, pero sí puede ser consecuente y el hecho de que un dictador
muera en una prisión es un hecho que los peruanos debemos tener en cuenta.
Mientras en Perú se piensa en un probable indulto a Fujimori, a ese calco de
Rafael Videla, en otros países tienen claro que los dictadores son delincuentes
y que merecen el presidio de por vida, hasta el último de sus días.
Las Madres de la
Plaza de Mayo cierran una herida que se habría a cada instante que el miserable
de Videla respiraba. Mientras en nuestra país se cree aun que el chino se
siente mal y que le duele el estómago o la lengua, a las madres de los
estudiantes de la Cantuta o de los miles de desaparecidos les duele el alma
diariamente y para siempre.
Tenemos que
aprender de la historia, para no repetir nuestros errores y hacer generaciones
nobles y altruistas que puedan cantar otra melodía y empezar a construir un
mundo diferente como lo hacen ahora las madres de la Plaza de Mayo.