Maryorie Keiko, la adolescente de 16 años que estaba
desaparecida hace más de 20 días en San Juan de Miraflores y que fue encontrada
bajo tierra en una vivienda de Villa María del Triunfo, en Lima, ha sido el caso más sonado y lamentable de los
últimos días, la prensa amarilla se ha regocijado con sus titulares y la
cobertura mediática que ha tenido el abominable desenlace ha sido tratado hasta
por psicoanalistas y psiquiatras desde todos los ángulos.
El marco en que se suscita el crimen es
el de una familia disfuncional. Dos padres separados que dejan a la hija a
vivir con una de las abuelas, la abuela y la nieta tienen, como es natural, un
abismo generacional entre ambas y la adolescente de apenas 16 años busca la
imagen paterna en el amor de una hombre. Pese a que el médico asesino no lo ha
aceptado – pues agravaría su situación- Maryorie Keiko, habría ido a su
consultorio para realizarse un aborto y otras personas ya han denunciado que
ahí, en ese consultorio, se practicaban
abortos, incluso algunas de las mujeres denunciaron haber sido víctimas de
violación por el médico Ángel Valdivia Calderón cuando fueron al lugar a
practicarse un aborto.
Después de más de dos semanas de que Maryorie
Keiko, se hallaba desparecida la madre regresa de Argentina – en donde trabajaba “para darle mejor vida
a su hija”- y en medio del alboroto de haber hallado el cadáver de la
adolescente también aparece el padre. –que, aunque no vivía en otro país se nota
en todo momento, que de su hija, solo sabía su nombre- El padre
entonces protagoniza escenas terribles de dolor, pide justicia y se desgañita
llorando; la madre por su parte sufre soponcios y exige lo mismo.
Pero el fondo real de que hechos de esta
naturaleza se produzcan es la falta de comunicación que existe entre padres e
hijos. Las relaciones amorosas se han convertidos en efímeros actos reducidos a
relaciones carnales que generan embarazos no deseados con hijos no deseados y
vidas y existencias no deseadas. La falta de comunicación entre padres e hijos
en familias disfuncionales hace que los hijos tomen decisiones apresuradas, que
busquen afectos en personas que solo buscan aprovecharse y muchas veces con
desenlaces fatales.
Los padres de la menor asesinada
brutalmente, por un médico que merece una condena ejemplar, no son un ejemplo
de padres, sus arrebatos de pena no se sabe a ciencia cierta si son porque
amaron a su hija en realidad o porque su conciencia los acusa.
El padre de la adolescente es una
aparición casi fantasmal al igual que la madre, aparecen en la víspera del
macabro hallazgo –días después de la desaparición de Maryorie Keiko- Ahora buscan
incriminar al enamorado “porque actuó sospechosamente” dicen los progenitores
que mucho no parecieron querer a su hija y nada parecen saber de ella y sus
problemas, pues cuando la prensa les hace preguntas sobre ella, no saben
responder, porque sencillamente no existía la comunicación con ella y la
abandonaron a su suerte mientras egoístamente cada uno de ellos hacía su vida
después de “su tropiezo”.
El enamorado al que piden se investigue,
se nota que es un adolescente asustado, espantado por el terrible momento que
le ha tocado vivir y que probablemente no quiere confesar que indujo a la
adolescente a practicarse un aborto, por eso su temor, miedo y vergüenza –
probablemente ese sea su único delito-
Definitivamente si los padres tendrían
mayor comunicación con sus hijos menos escenas como estas veríamos, menos delincuencia
juvenil habría y menos padres tendrían que llorar amargamente frente a cámaras
tardíamente, por aquello que no hicieron a tiempo, es decir, dar amor y hablar
con ellos por el hecho de haberlos traído al mundo sin que ellos nunca lo hayan
pedido.