Cuando un peruano va a
obtener su DNI (Documento Nacional de Identidad) nos preguntan si deseamos ser
donantes de órganos o no, la respuesta entonces queda en cada uno de nosotros,
en la gran e inmensa mayoría de casos la respuesta es un rotundo no.
En realidad nos falta una
cultura de donación y eso en cierta parte es culpa de nuestra deficiente
formación desde los niveles más elementales. Hay quienes piensan todavía que
una donación de órganos es una transgresión a la moral y a la religión – con
eso de que el día del Juicio Final vamos a resucitar y vamos, para ello, a
necesitar de todos nuestros órganos, extremidades huesos, etc.-
La donación de órganos es
una acción que permite la continuidad de la vida de otra persona que está
sufriendo lo indecible mientras no encuentra un donante.
Los órganos son obtenidos
de personas que han sufrido muerte encefálica y cada persona con este cese
irreversible de sus funciones encefálicas puede donar alrededor de 12 de sus órganos,
que a su vez sirven para curar 40 tipos
de enfermedades.
En nuestro país, la tasa de donantes es una de las más bajas
del mundo, alcanza apenas las 4.3 personas por millón-ppm-, mientras que en
América Latina el promedio es de 8 ppm y en España la cifra alcanza a 45 ppm.
Estas tasas traen como
corolario bajísimas tasas de trasplantes de órganos en el Perú, pese a contar
con infraestructura, tecnología y médicos altamente capacitados. Los
trasplantes más frecuentes son de riñón
e hígado, luego los de pulmón, corazón y
páncreas y de manera pionera en el país los de pulmón y páncreas a la vez.
Esta situación es grave en
el Perú por cuanto hay miles de
pacientes que atiborran las listas de espera o pugnan por entrar en ellas, se
cree que 8 personas mueren al día esperando un órgano.
Resulta imperante empezar a sembrar una conciencia de donación de órganos
desde los más pequeños. No vamos a conseguir un cambio de actitud de la noche a
la mañana, pero sí podemos hacerlo en una o dos generaciones, es hora de
sembrar para cosechar mañana aunque el mañana tarde unos años.
Las historias de donantes
que han salvado vidas sobran en las distintas web. El Perú no ha sido ajeno a
historias maravillosas y hemos sido testigos de cómo anónimos hombres y mujeres
han contribuido a salvar la vida de otros congéneres.
Nadie de nosotros está
libre de un accidente repentino que nos quite irreversiblemente nuestras
funciones encefálicas, podríamos entonces contribuir a hacer felices a otras
familias, siempre y cuando exista convicción y cultura de donación en nuestras
propias familias y no haya una oposición que conduzca a la pérdida irreparable
de todos los tejidos y órganos.
Podemos empezar ahora a
sembrar esa cultura que mañana pueda salvar vidas en los estertores de nuestra existencia
y dar a otros en un instante lo que jamás dimos de felicidad a nadie.