En todos los
tiempos de la historia se predijo un fin del mundo cercano, y los hombres y
mujeres vivieron siempre preocupados por esas historias fantásticas que hablan
de un final cercano, del día en que el sol se apague o que los cielos se llenen
de ángeles con sus trompetas y que llegue el Juicio Final como un elixir a
tantos problemas que tiene la vida.
Se ha buscado a lo
largo del tiempo de sembrar un miedo terrible en las distintas generaciones en
todas las épocas. Y se habla de profecías que están a punto de cumplirse y que
sucederán cosas terribles que a medio mundo le causan horribles pesadillas.
Cuando éramos niños los adultos irresponsables o quizás fantasiosos – que
es una dulce forma de ser irresponsable- nos decían que el mundo
terminaría el año dos mil. Pero llegó el dos mil y nada pasó.
Hoy la historia se
repite con gente cada vez más demente, que cree lo que piensa y lo explica y lo
grita a los cuatro vientos. Dicen que el mundo se va a acabar mientras se mira
las caras de pavor que ponen las multitudes y se habla de grandes calamidades
por venir y que se está cumpliendo el tiempo.
El mundo no se va a
acabar con un soplo. El mundo, como los seres humanos, empezó a acabarse cuando
los hombres que lo habitamos dejamos de comprender que no le pertenece a una
sola generación, sino que es pertenencia de todas las que vendrán después.
Pensamos
egoístamente que no le debemos nada a nadie y que podemos morir en paz cuando
llegamos a ser viejos, y hemos llevado una vida sosegada con las metas
medianamente cumplidas o cumplidas en su totalidad, pero olvidamos que todo lo
que le quitamos al mundo es una deuda impagable, un árbol cortado, las plantas
que no sembramos, las veces que ensuciamos el agua y que actuamos
irresponsablemente con la naturaleza.
El mundo se está
acabando todos los días, cuando abrimos el caño y no hay agua, cuando el agua
en las mañanas huele feo o cuando aparece lechosa por el cloro en exceso. El
mundo se está acabando mientras las fábricas producen miles de motosierras cada
día para cortar millones de árboles que daban vida. El mundo se está acabando
diariamente mientras las fábricas echan humo día y noche fundiendo plomo para
hacer balas y matar a los hombres. El mundo se está acabando mientras los
barcos balleneros matan miles de ballenas en nombre de la pesca industrial. El
mundo empezó a acabarse hace mucho mientras los hombres abren los cerros en
busca de un metal que llamamos precioso y que por más precioso que sea no se
puede comer ni beber…
Mientras sigamos
pensando que el mundo se va a acabar el 21 de diciembre estaremos errando,
porque va a allegar el 21 de diciembre y el 22 y el 23 y se sucederán los años
uno tras otro y seguiremos sin tomar conciencia de que el mundo está muriendo cada
día, mientras los casquetes polares se derriten y el oso polar pierde
territorio para siempre, mientras el mar se contamina con las deyecciones de
miles de millones de personas en todo el mundo.
Hemos olvidado que
la vida no es descartable y todo lo que usamos es descartable, botellas,
bolsas, plásticos de todo tipo en la jalca más fría o en la playa más blanca.
Mientras sigamos
pensando que el mundo se va a terminar el 21 de diciembre seguiremos ignorando
la verdadera esencia de la vida, y seguiremos repitiendo los errores de
siempre, mientras el mundo agoniza. El mundo se está acabando cada día y
tenemos que decírselo a nuestros hijos para que todo cambie un día.