"Pienso como un genio, escribo como un autor distinguido
y hablo como un idiota." Nabokov
Las declaraciones hechas por Álvaro Vargas Llosa en su
tristemente célebre carta dirigida a la Cancillería y publicada en el diario La
Tercera, de Chile, en donde afirmó que el Perú tiene “mínimas” posibilidades de
triunfo en el reclamo principal del diferendo marítimo con Chile, resultan afrentosas
y desatinadas.
“Creo que las posibilidades
de que el Perú obtenga el triunfo son mínimas en lo que se refiere al reclamo
principal -una delimitación marítima basada en una línea equidistante- y algo
mayores, pero no muy grandes, en lo que se refiere al segundo, es decir, la
determinación de nuestra soberanía sobre el llamado triángulo exterior, que
está fuera de la zona marítima chilena y estaría dentro de la nuestra si ella
rebasara el paralelo de latitud” dice textualmente.
En realidad el hijo
del escritor, nunca ha tenido un protagonismo literario, como parece, lo
hubiese querido tener, cuando busco “salir en la foto” siempre lo consiguió y
en alguna oportunidad hasta se valió de una vieja amistad de juventud con el
siempre polémico Jaime Bayly, quien siempre disfruta haciendo escándalos
televisivos.
Álvaro Vargas Llosa ha
dicho que los políticos peruanos valiéndose de la prensa le han hecho un
cargamontón, nada más falso; lo único cierto en todo este lamentable embrollo
ha sido la ocasión perfecta para desenmascarar a un traidor que se aúna a las
voces disonantes de los chilenos que hasta se valieron de una enciclopedia Escuela
Nueva de hace cincuenta años en donde un primarioso dibujo, según
ellos, tendría la validez de un tratado internacional.
Álvaro Vargas Llosa si
suena a algo es por el apellido que lleva, más allá de ello estoy seguro que
nadie recuerda el título de uno solo de sus libros –aunque en el Congreso de la
República, la gran mayoría no recuerdan el nombre de una sola de las novelas
del Premio Nobel Mario Vargas Llosa- sin embargo, en los últimos días
ha ganado un protagonismo estupendo y una admiración marcada por parte de los
chilenos, quienes siguen en sus trece y piensan que tienen la razón.
Acusar a los peruanos
de triunfalistas puede ser una opinión, no es lo que se juzga, pero acusar a
los compatriotas de falsos y mentirosos veladamente toma un matiz a traición
reprochable y es lamentable desde el ángulo en que se lo mire.
Tristemente, el talento no es hereditario, de serlo no
hubiera sucedido lo que ha hecho el hijo de Vargas Llosa y que aun sigue
defendiendo en cada canal de televisión que puede, cual vedete que luego de
cometer una trastada sale a buscar pantalla para desmentir lo dicho o hecho
pero consiguiendo de todas formas su objetivo de ser protagonista del momento.
Seguramente que mientras dure la evaluación de la Corte
de La Haya, Alvarito tendrá vigencia, total nadie es perfecto y no todos pueden
escribir exitosas novelas, pero hay otras maneras de buscar pantalla, de salir
en la foto, de hacerse escuchar y ganar cinco, diez o quince minutos de fama,
algunos siguen creyendo que el fin justifica los medios, aunque eso signifique
traicionar a la patria misma.