Hace unos días
Cajamarca fue el epicentro de una noticia que trascendió a las esferas
internacionales, una y otra vez los medios televisivos mostraban los precisos
instantes en que un patrullero de la Policía Nacional del Perú atropellaba a
cuatro personas, una madre y sus dos hijas y una cuarta persona adulta de sexo
femenino.
Los hechos que
sucedieron luego son conocidos por todos, una batalla campal se produjo y uno
de los policías que se encontraba en el interior de la camioneta en la primera
oportunidad que tuvo, huyo despavorido, abandonando a las víctimas, quienes se
encontraban aun debajo del vehículo. El conductor del patrullero era el joven
policía Milton Huamán Ayay de solo 22 años y con apenas 16 días de servicio en
la PNP.
Las víctimas del
atroz accidente fueron identificadas como Esmerilda Guerrero de 44 años, Juana
Beatriz Ponce García de 31 años y sus dos pequeñas hijas Diana y Sugeila de 9 y
5 años, respectivamente. Tanto la madre como la pequeña Sugeila sufrieron la
amputación de una de las extremidades inferiores y la vida les cambió para
siempre, aun internadas en hospitales la ciencia trata de restablecerles la
salud y la vida que les fue quebrada en solo unos segundos.
La cadena siempre
se rompe por el eslabón más débil. El suboficial Milton Huamán Ayay ha indicado
en todo momento que fue obligado por su superior, el alférez Carlos Vásquez Ramírez,
a que conduzca el patrullero, pese a encontrarse el nobel policía en su día de
franco y a saber, su superior, que no tenía experiencia en conducir vehículos.
Dicen que en la vida castrense las órdenes se cumplen sin dudas ni
murmuraciones, parece que ese fue el pensamiento de Milton Huamán Ayay y acató
la orden por miedo y presión.
Cuando la fatalidad
llegó y cambió la vida de una familia para siempre las flamantes cámaras – que
todo lo ven- captaron con rigurosidad todo lo acontecido, en el video se
aprecia la actitud cobarde del alférez cuando aprovecha un instante en que la
gente ayudaba a rescatar a las víctimas atrapadas bajo las ruedas del pesado
vehículo para huir cobardemente y desaparecer entre las sombras de la fatídica
tarde.
Milton Huamán Ayay
fue trasladado a la comisaría por un expolicía que trabaja en el serenazgo y
que en algún momento se mostró renuente a las inquisiciones de la prensa, pero
que finalmente tuvo que alinearse a los hechos y desenmascarar ese conato de
montaje a favor de sus excolegas.
Como resultado de
esa tragedia el policía con 16 días de servicio y 22 años de vida se encuentra
recluido en el penal de Huacariz preventivamente por un periodo de 9 meses,
mientras que luego de una sesuda investigación policial realizada por
Inspectoría de la Policía Nacional del Perú ha determinado que el culpable es
Milton Huamán Ayay a quien se le ha dado de baja, además de que tiene un
proceso penal mientras pasa sus días en la cárcel, con la vida frustrada, con
el dolor perpetuo de sus padres y seres queridos y con el sufrimiento
silencioso de sentirse culpable de un hecho fatídico.
Mientras tanto, el
huidizo alférez ha sido condenado a seis
días de rigor, lo que prueba una vez más que la justicia en el Perú es una
utopía, una leyenda que no existe, una idea añorada, un silencio profundo como
el sonido del mar dentro de un spondylus,
es decir, se evoca pero no se la ve.