Ollanta
Humala, presidente de la república, lanzó nuevos adjetivos descalificativos
contra el pueblo de Celendín durante la
ceremonia de entrega de cheques de cofinanciamiento del Fondo de Promoción de
la Inversión Pública Regional y Local (Foniprel)
“No voy a darle ni un centavo a monumentos.
Por ahí he visto un monumento al sombrero en el interior del país, también una
réplica a la Estatua de la Libertad en un distrito, y en otro la réplica del
conejito de playboy. Para más monumentos no habrá dinero”,
deploró, en
clara alusión al sombrero iconográfico que tiene Celendín en una de sus plazas
más emblemáticas.
Cuando
Ollanta era candidato a la presidencia llegó a Celendín junto a su esposa, al
ingresar al pueblo vio el monumento al sombrero, al que ahora critica y hasta
se mofa. Podemos considerar una insensatez hacer un monumento al conejito de
playboy o hacer una réplica a la estatua a la libertad o un monumento al
árbitro de futbol como sucede en Piura, pero el monumento al sombrero en
Celendín refleja identidad, no es un mero capricho, es un ícono del pueblo
celendino.
Ollanta desconocedor de la historia e identidad
de los pueblos peruanos, comete errores torpes, sin embargo el celendino Manuel
Pita Díaz en su blog “Celendín pueblo mágico” dice acertadamente: “El
“Sombrero Celendino”, es el objeto manufacturado por miles de tejedores de
ambos sexos en todas las comarcas y ambientes domésticos pobres de la
provincia, que ocupa todavía a lo largo de su proceso productivo y comercial,
considerable espacio del drama económico-social de Celendín.
Drama de un pueblo mestizo, hispano hablante,
honesto y batallador que por la escasez de recursos y posibilidades inmediatas,
se vio obligado a trenzar paja toquilla de lejana procedencia para hacer
sombreros cuyo precio apenas permite angustiada supervivencia.
Cualesquiera sean la posición, la profesión o
la actividad de un celendino dentro y fuera del terruño, el “sombrero de paja”,
aunque nunca lo haya elaborado ni comerciado, será siempre el símbolo de su
irrenunciable identidad”.
Lamentablemente Ollanta no es un hombre con
una cultura amplia y su desconocimiento sobre la identidad de los pueblos
peruanos lo hacen decir sandeces y cometer ofensas con quienes alguna vez lo
respaldaron, como aquella vez cuando llego a Celendín y se puso a correr
alrededor de la plaza ante los aplausos de la gente que confiaba en él– esa
misma plaza que después mandó manchar con sangre-
Ser presidente de un país no debe ser tarea
fácil, debe ser una labor complicada, por eso sería conveniente que los
asesores del presidente le informen sobre los desatinos e improperios que
continuamente comete y lanza contra los peruanos que votaron por él confiados
en un cambio.
Tampoco se le puede pedir peras al olmo,
Ollanta es un militar y si bien es cierto es un corredor incansable y trepador –de
cerros y cumbres- muy hábil, la cultura no es uno de sus atributos y
sus actitudes muchas veces emulan a la patanería de Alejandro Toledo.
Felizmente que Celendín es un pueblo de gente culta, en donde saben que a
palabras necias oídos sordos, más si estas vienen de un soldado inculto.