Una vez más el
gobierno muestra el lado más oscuro de su rostro imponiendo el sistema militar
obligatorio. El gobierno ha dicho que necesita al menos doce mil soldados, doce
mil soldados que deben llenar a los cuarteles de jóvenes entre 18 y 25 años.
La deserción en los
últimos años, según un informe de Defensoría del Pueblo, en los tres últimos
años ha sido de 26 mil jóvenes, debido a las lamentables condiciones en que
funcionan los cuarteles, los abusos indecibles que se cometen entre sus paredes
y la estupidez enquistada con el dogma de que para forjar el carácter de un
hombre hay que golpearlo, hacerlo sufrir y hasta llamarlo perro.
Las condiciones de
vida en los cuarteles son paupérrimas, la propina que reciben por dos años
alcanza en el mejor de los casos los 365 nuevos soles y las vejaciones a las
que son sometidos no son nada nuevos, sin contar las decenas de soldados que
han desaparecido en los cuarteles como lo denunciara recientemente el
congresista Mesías Guevara, lista en la que además hay varios cajamarquinos
desaparecidos en distintos cuarteles del país.
Se pone como
ejemplo realidades ajenas, de busca justificar el autoritarismo exponiendo
ejemplos como el de Estados Unidos, lugar donde un soldado sirve en condiciones
abismalmente distintas a las que se dan en el Perú y en donde hay un respeto
casi absoluto por los derechos humanos –al menos de los norteamericanos-.
Las ventajas que se
ofrecen, aun con las mejoras realizadas, no compensan las expectativas de los
jóvenes peruanos, menos aun si se tiene en cuenta que las humillaciones y el
sistema que se aplica en los cuarteles en el adoctrinamiento de los soldados en
nuestro país son vergonzosas.
El hecho de que el
presidente de la república sea un comandante en retiro no justifica que se
apliquen reformas tendenciosamente militaristas que no forjan jóvenes con
valías, sino que acaba deformando su moral, su educación y sus valores.