Cuando el vientre de
mamá floreció me hice padre por segunda vez. Cuando naciste fue fácil descubrir
que el mundo tenía prolongaciones infinitas y que aunque nuestra vida y nuestro
paso por este mundo sean breves, la vida de otros seres es la prolongación
perpetua de nuestra existencia. Los hijos son la continuidad de nosotros
mismos, de nuestra vida incompleta, extienden el tiempo de nuestra existencia
hasta dónde no podremos saberlo.
La primera vez que
te vi eras una mujercita con la piel arrugada mirando extrañada el mundo, junto
a mamá que te miraba extasiada. Yo supe esa vez que seríamos compinches,
grandes amigos y el tiempo ha demostrado que somos habitantes perpetuos, yo
habito en ti y tú habitas en mí, somos los habitantes de un mundo que
escribimos cada día, de no ser por ti no sería papá, el Día del Padre se lo
debemos a los hijos.
Por eso tuve que
aprender tantas cosas contigo, tantas cosas que nunca hubiera sabido de no
haber tenido una hija mujer, cuando te quedas conmigo, mamá me da mil
recomendaciones, son tantas que debo anotarlas, tantas cosas que no debo
olvidar… que los pañitos húmedos y la leche, nada de dulces ni caramelos, sí
pastelitos y yogurt, el bloqueador solar y la pasta dental con tu cepillo de
conejo, mil cosas más de tu higiene personal, el pijama antes de dormir, el
rezo al minuto final del día, el jarabe para la tos por si en la noche empiezas
a toser, tus manos y tus uñas y el cuidado que debo tener… Son tantas cosas
más…
Con el tiempo
aprendiste a vestirte sola, a elegir tu ropa y de cierto modo a burlarte de mí
por mi pésimo gusto para combinar tus trajes, me gusta cuando los eliges y haces tus propias combinaciones… que una
falda, que un pantalón pitillo, que las botas van con pantis, que el pantalón
pitillo con las zapatillas, que una blusa con un polo son incompatibles y que
el rosado con el azul con combinan…
Por eso te hago
barcos de papel en esta tarde en que no estoy a tu lado y tu recuerdo viene a
mí como olas inmensas que me hacen naufragar, por eso te invento cuentos antes
de dormir cuando te tengo a mi lado hasta que te quedas dormida en mis brazos,
por eso le pregunto a la luna cuando no puedo verte si te ha visto en la noche
jugando con las estrellas, por eso escribo cartas amarillas que lanzo al viento
para no llorar.
Yo no soy tu mamá,
pero llevas en los ojos algo de mí. A mí
también me gustaba perseguir a las mariposas, a mí también como a ti me gustaba
dibujar líneas redondas en las paredes y me gustaba escuchar cuentos antes de
dormir. Yo no soy tu mamá pero a veces te miro con la infinita ternura que la
hace ella y camino con una maleta de cosas tuyas para pasar un día contigo
(llena de muñecas, lápices de colores, carmines, vestidos, zapatos, cremas,
jarabes, una variedad inmensurable de objetos que no sabía que existían) Yo no
sé qué pasará mañana, pero mientras tanto te doy gracias porque sin ti sería un
papá incompleto. Tu sonrisa, Azul, ilumina mis mañanas, mis tardes, mis noches,
mis días solitarios a los que aun no me acostumbro. Soy un papá imperfecto,
pero trato de cambiar para ser el eco de la paciencia de tu madre y de ese amor
inagotable que te brinda cada día.