El ministro del
Interior, Wilfredo Pedraza, ha minimizado el incremento de inseguridad en todo
el país y por toda respuesta –aunque parezca cantinflesco- ha
dicho que el índice de criminalidad en nuestro país ha descendido, que las
cifras emitidas por el Ministerio Público en donde se menciona que los actos
delictivos entre el 2011 y el 2012 se han incrementado en un 80% no coinciden
con las estadísticas que maneja la policía, y de hecho nunca van a coincidir
porque Pedraza a demostrado que es un despistado que vive en otro planeta o al
menos en otro país, porque negar lo que está sucediendo en nuestro país a nivel
de violencia y delincuencia resulta descabellado. Negar eso es lanzar una
verdadera piedra a la inteligencia de los peruanos.
La negligencia con
que se ha manejado el tema de seguridad en el Perú resulta sorprendente, las
cifras de violencia se incrementan a diario y las drásticas sanciones no amedrentan
al hampa. La cadena: Policía, Ministerio Público, Poder Judicial, Inpe, tiene
los eslabones carcomidos por malos funcionarios
-con las excepciones de ley, que las debe haber-
Se ha experimentado
mucho con el tema de seguridad y nada resulta; un vicepresidente muerto, un
gobernador, un alcalde, un fotógrafo, el vendedor de una propiedad, empresarios
pesqueros, taxistas y la inacabable lista sigue incrementándose cada día.
Dentro de los experimentos fallidos que se han hecho con las leyes y seguridad
tenemos aquellas que nunca dieron resultados, entre las principales normas
contra la delincuencia aprobadas del 2000 a la fecha destacan las de creación
del Sistema Nacional de Seguridad Ciudadana (2003), de promulgación del nuevo
Código Procesal Penal (2004), arresto ciudadano (2009), de autorización a
gobiernos regionales y locales a girar recursos en favor de la policía (2010),
de seguridad privada (2011) y de modificación del reglamento de ejecución
penal, que prohibió el ingreso de equipos celulares a las cárceles (2011).
También están las
leyes de creación del Consejo Nacional de Política Criminal y del servicio
policial voluntario (2011), de la Policía Nacional del Perú (2012) y de la
vinculación de las juntas vecinales con la seguridad ciudadana (2012). Ninguna
de ellas triunfó, todas fracasaron, quedaron sin efecto o simplemente nunca se
aplicaron.
Mientras se
remueven ministros y jefes policiales, el Director de la Policía Nacional,
general Raúl Salazar, sigue inamovible pese a los recurrentes fracasos que no
ha podido maquillar, siempre la cuerda se ha roto por el lado más débil –otros
fueron los que pagaron los platos rotos aunque nada tuvieran que ver-
recordemos sino la fallida operación Libertad, el desastre del desalojo de La
Parada, la ola delincuencial en Lima y en otras ciudades del país sin excluir a
Cajamarca.
No hay peor ciego
que el que no quiere ver y Ollanta no puede seguir con esa venda en los ojos
creyendo las estadísticas
de un grupo circundante a él que le dice cifras falsas. Ollanta está quedando
como el rey del cuento que andaba desnudo y al que sus consejeros le decían que
vestía un lindo traje para evitar ser despedidos – el traje según el cuento, solo
podía ser visto por gente inteligente y como nadie quería pasar por bruto todos
le mentían- hasta que un niño le hace ver su error, entonces se da
cuenta que estaba desnudo.
Negar que vivimos un
clímax delincuencial es demente e irresponsable. Mañana habrá noticias de
nuevas muertes, de nuevos asesinatos, crímenes y asaltos, no podemos tapar el
sol con un dedo aunque los ayayeros de Ollanta digan lo contrario.