Uno de los más
queridos personajes de la televisión ha cumplido ochentaicuatro años. Roberto
Gómez Bolaños, aquel comediante que hizo de una típica vecindad mexicana un
mundo maravilloso, logró que millones de televidentes se sintieran
identificados con los personajes que en ella habitaban.
Sus personajes más
queridos de aquellos que creo y que representó empezaron siempre sus nombres
con la letra CH. Chavo, Chespirito,
Chómpiras, Chapulín, Chambón, Chaparrón al igual que los objetos y artefactos
que usaba como el Chipote chillón, las pastillas de chiquitolina, la chicharra
paralizadora, o personajes o insectos inexistentes como Chente su amigo
imaginario o los insectos invisibles llamados churruminos o el periódico donde
Chambón trabajaba: La Chicharra.
Si bien la vecindad
era una vecindad disfuncional debido a que sus personajes representan
situaciones diferentes y muchas veces conflictivas es la plasmación real y
objetiva de la vida misma y de una sociedad en la que a diario se ve reflejada
en ese tipo de circunstancias.
La madre viuda o
abandonada, Doña Florinda – en el supuesto de que un tiburón o
cualquier otro pez se haya tragado al papá de Quico que fue un marinero que se
fue para no volver, aunque en un capítulo se habla del “cheque de la pensión”
lo que denotaría que se trate de una pensión de viudez- quien vive con
un hijo, Quico, y que evoca siempre a una alicaída y antigua alcurnia, un
abolengo desposeído y ya distante. La típica ama de casa, con el hijo
consentido y mimado que es un malcriado y engreído.
El padre viudo, don
Ramón, que vive con su hija, la
Chilindrina; un padre que carece de trabajo y cuyos oficios eventuales acaban
siempre metiéndolo en apuros. Un hombre de mundo aunque de escaza cultura con
una hija muy hábil e inteligente aunque esa inteligencia la canaliza más hacia
hechos poco positivos y más bien la aplica para burlarse de los otros niños de
la vecindad.
Una solterona, Doña
Cleotilde, que vive sola con su gato llamado Satanás lo que sumado a su perfil
le otorga el mote de bruja, persiguiendo siempre a Don Ramón, eternamente
enamorada de él.
Un profesor,
Jirafales, muy culto y poco tolerante incapaz de separarse de su puro –aun
en clases- pretendiendo siempre a Doña Florinda. Un hombre bien vestido
y además de sombrero y eterno enamorado también de doña Florinda y aunque pasen
miles de tacitas de café nunca hay trascendencia en su amor.
Un hombre gordo que
simboliza la gran economía y el poder económico que es el propietario de la
vecindad y que cobra puntualmente a los inquilinos de la vetusta vecindad
aunque no todos le paguen puntualmente como sí lo hace doña Florinda, don Ramón
Por ejemplo, en todos los capítulos le debe 14 meses de renta. Aunque el Señor
Barriga es un hombre adinerado tiene un gran corazón y soporta con estoicismo
los golpes continuos que el Chavo le da al llegar a la vecindad.
Hay otros
personajes secundariamente relativos con apariciones esporádicas como Godínez,
Paty, Jaimito el cartero –viejo y cansado que prefiere evitar la
fatiga a como dé lugar empujando siempre su vieja bicicleta- de apariciones eventuales pero no por
ello menos divertidas.
Y finalmente el
centro de la vecindad en cuyo entorno de su barril gira el universo de ese
mundo mágico. El Chavo del Ocho, un niño huérfano de eternos ocho años que
aprendió a sobrevivir de alguna manera y que tantas veces nos hizo reír y
llorar, a mis padres, a mí, a mis hijos y a aquellos que vendrán cuando ya el
genio de Chespirito nos haya dejado para irse a esa otra vecindad que queda en el cielo.