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viernes, febrero 22, 2013

Qué bonita vecindad




Uno de los más queridos personajes de la televisión ha cumplido ochentaicuatro años. Roberto Gómez Bolaños, aquel comediante que hizo de una típica vecindad mexicana un mundo maravilloso, logró que millones de televidentes se sintieran identificados con los personajes que en ella habitaban.

Sus personajes más queridos de aquellos que creo y que representó empezaron siempre sus nombres con la letra CH. Chavo, Chespirito, Chómpiras, Chapulín, Chambón, Chaparrón al igual que los objetos y artefactos que usaba como el Chipote chillón, las pastillas de chiquitolina, la chicharra paralizadora, o personajes o insectos inexistentes como Chente su amigo imaginario o los insectos invisibles llamados churruminos o el periódico donde Chambón trabajaba: La Chicharra.

Si bien la vecindad era una vecindad disfuncional debido a que sus personajes representan situaciones diferentes y muchas veces conflictivas es la plasmación real y objetiva de la vida misma y de una sociedad en la que a diario se ve reflejada en ese tipo de circunstancias.

La madre viuda o abandonada, Doña Florinda – en el supuesto de que un tiburón o cualquier otro pez se haya tragado al papá de Quico que fue un marinero que se fue para no volver, aunque en un capítulo se habla del “cheque de la pensión” lo que denotaría que se trate de una pensión de viudez- quien vive con un hijo, Quico, y que evoca siempre a una alicaída y antigua alcurnia, un abolengo desposeído y ya distante. La típica ama de casa, con el hijo consentido y mimado que es un malcriado y engreído.

El padre viudo, don Ramón,  que vive con su hija, la Chilindrina; un padre que carece de trabajo y cuyos oficios eventuales acaban siempre metiéndolo en apuros. Un hombre de mundo aunque de escaza cultura con una hija muy hábil e inteligente aunque esa inteligencia la canaliza más hacia hechos poco positivos y más bien la aplica para burlarse de los otros niños de la vecindad.
Una solterona, Doña Cleotilde, que vive sola con su gato llamado Satanás lo que sumado a su perfil le otorga el mote de bruja, persiguiendo siempre a Don Ramón, eternamente enamorada de él.

Un profesor, Jirafales, muy culto y poco tolerante incapaz de separarse de su puro –aun en clases- pretendiendo siempre a Doña Florinda. Un hombre bien vestido y además de sombrero y eterno enamorado también de doña Florinda y aunque pasen miles de tacitas de café nunca hay trascendencia en su amor.

Un hombre gordo que simboliza la gran economía y el poder económico que es el propietario de la vecindad y que cobra puntualmente a los inquilinos de la vetusta vecindad aunque no todos le paguen puntualmente como sí lo hace doña Florinda, don Ramón Por ejemplo, en todos los capítulos le debe 14 meses de renta. Aunque el Señor Barriga es un hombre adinerado tiene un gran corazón y soporta con estoicismo los golpes continuos que el Chavo le da al llegar a la vecindad.

Hay otros personajes secundariamente relativos con apariciones esporádicas como Godínez, Paty, Jaimito el cartero –viejo y cansado que prefiere evitar la fatiga a como dé lugar empujando siempre su vieja bicicleta-  de apariciones eventuales pero no por ello menos divertidas.
Y finalmente el centro de la vecindad en cuyo entorno de su barril gira el universo de ese mundo mágico. El Chavo del Ocho, un niño huérfano de eternos ocho años que aprendió a sobrevivir de alguna manera y que tantas veces nos hizo reír y llorar, a mis padres, a mí, a mis hijos y a aquellos que vendrán cuando ya el genio de Chespirito nos haya dejado para irse a esa otra  vecindad que queda en el cielo.

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