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jueves, abril 19, 2007

Una matanza es el resultado turbio de las armas que se siembran, de las políticas que olvidaron la esencia de la humanidad.




Una nueva matanza enluta a Estados Unidos, tras el asesinato al menos de 32 estudiantes y 29 heridos más. El hecho que ha conmocionado al país ocurrió en la Universidad Virginia Tech, en Blacksburg, Virginia. La noticia dio la vuelta al mundo en instantes y finalmente se corroboró la tragedia.

El mundo entero estuvo siguiendo los hechos por televisión, Internet, periódicos y todo tipo de medios informativos. Las preguntas surgen de inmediato ¿Qué provocó tal acontecimiento? ¿Por qué otra vez en Estados Unidos sucede un crimen colectivo? Muchas teorías brotan. No es casual que actos de violencia se repitan en el país más agresivo del mundo, donde se ha hecho de la violencia una bandera y una forma de vida.

Las dos últimas décadas Estados Unidos está en guerra y tal vez de la centuria anterior son más las décadas que ésta potencia estuvo en actos bélicos que las décadas que estuvo en paz. Para Norteamérica se ha convertido en una pasión estar en permanentes entrenamientos a miles de soldados y en simulacros constantes. Ha demostrado que es una nación prepotente e invasora que asesina sin piedad a hombres inermes, mujeres y niños en oriente con el pretexto de una paz perpetua, con el pretexto de combatir el terrorismo que ellos gestan en naciones lejanas que nosotros a veces ni siquiera imaginamos. Asesina a gobernantes bajo argucias legales que ellos plantean como válidas sabiendo que son patrañas políticas que algún día la historia juzgará.

Norteamérica instauró un gobierno de miedo en el mundo, un gobierno de poder bélico invasor capaz de amedrentar a naciones enteras. Hoy que una tragedia condenable desde todo punto de vista le toca nuevamente, su presidente se rasga las vestiduras y se da golpes de pecho. Bush olvida que los jóvenes de su país son los hijos del miedo y del terror, son el cultivo equivocado de las políticas armamentistas que él mismo ha sembrado, son los hijos aterrados y asustados por políticas viles que nunca debieron pensarse, mucho menos implantarse.

Como peruanos deploramos este tipo de hechos, como humanos nos entristece esta tragedia, y el hecho de que un peruano haya sido victimado en esta masacre es un hecho que nos entristece doblemente. Pero sería bueno que los gobiernos reflexionen sobre las políticas que se aplican y que se siembran, de ellas dependerá lo que se cultive mañana.
El trigo siempre dará trigo y las manzanas siempre darán manzanas, la hierba siempre hierba y el agua unida a la harina siempre panes blancos. No podemos cosechar paz en un mundo que siembra armas y que se jacta de ser un país de estrategias, estrategias que sirven para matar, invadir, sembrar lagos de llanto y de pena. Sólo cultivaremos lo que sembramos. Las armas nunca engendrarán la paz.

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