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domingo, abril 08, 2007

De fútbol, goles, de las conquistas de Manco y de los embustes de Pizarro



Era el año 1982, yo cursaba mi segundo grado de primaria. En la casa un televisor grande a colores era el centro de la atención para ver el mundial que ese año se jugaba. Perú estaba entre los países que habían clasificado. La fiebre mundialista era notable, álbumes con figuritas alusivas al mundial, camisetas, gorras, posters con las fotos de Franco Navarro, Cueto, La Rosa, Velásquez, Quiroga, Duarte y otros más. Hasta una serie animada con Naranjito, la mascota del mundial.

En la escuela, los profesores daban asueto los días que jugaba Perú y todos por las calles caminaban con sus rostros felices, esperanzados en que Perú podía alcanzar un puesto de prestigio. No sé con exactitud cuánto duró el sueño, pero sí recuerdo con claridad que ese televisor JVC Nivico me mostró la goleada que Polonia nos propinó por cuatro goles a uno. Eso fue todo. Al día siguiente retornamos al salón de clases, todos tenían las miradas tristes y el profesor no quería que se vuelva a hablar del tema.

Desde entonces nunca más volvimos a ningún mundial, todas las presentaciones fueron desastrosas y al final las ecuaciones matemáticas decían que si todos los equipos perdían y Perú ganaba por veinte a cero a Brasil podíamos clasificar. Una especie de rencor secreto se impregnó en nuestras vidas, al ver las derrotas una y otra vez todo el tiempo, una y otra vez. Hasta que hace unos días después de tantos años una selección de jóvenes clasificó sin mucho aspaviento. Clasificó y nos devolvió esa alegría que ya casi habíamos olvidado. Volvimos a tener la esperanza, renació en nosotros el grito largo de Perú. Y de gol.

Los autores de esa clasificación son un grupo de muchachos humildes que se jugaron las ilusiones y el futuro en cada partido, con entrega verdadera y pundonor. Un grupo de jóvenes gloriosos que nada tienen que ver con los embusteros de la selección de mayores, aquellos que por presumir nos han condenado al negro sótano del olvido en cada mundial.

Pizarro no pudo hacer en Perú los goles que hace en Alemania. Para eso llegó Manco. Para demostrar a Pizarro que las conquistas se las hacen con un perfil bajo y sobretodo con una humildad digna de un conquistador de verdad. Manco se ha convertido en el jugador más importante de América en su categoría, tiene un apellido que evoca al imperio de Manco Cápac. Y no es un blanquito como Pizarro, porque el linaje de Manco es imperial.

Que los jóvenes que le dieron lustre al nombre de Perú sean recompensados como se merecen de verdad, que el tiempo les borre las fronteras y que sean vitoreados en otras distancias. Que no se los mezcle con la selección de mayores porque se contaminarían y acabarían conociendo a las cabareteras limeñas y celebrando antes y después de cada triunfo o derrota en una cantina.

Después de tantos años el fútbol del Perú se ha reconciliado con su hinchada, y nos ha devuelto esa alegría perdida. Nos ha quitado esa etiqueta de perdedores que otros nos habían puesto y nos han devuelto la esperanza.

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