Cuando llueve a veces nos sentimos incómodos porque debemos cruzar las calles con no pocas precauciones, porque debemos tomar un carro para llegar a nuestro centro de trabajo o simplemente por el malestar que causa el mojarse bajo la lluvia. Ignoramos que esa lluvia que detestamos quizás un día sea la única fuente de agua dulce que podamos encontrar sobre la tierra.
El agua ha empezado a desaparecer del planeta, el agua ha empezado a ser cada vez más turbia y sucia. Hace unos años vivía en el barrio Chontapaccha, en una casa donde no había agua potable como en muchas casas del vecindario, cada casa tenía un pozo con una larga soga y un balde con el que se extraía el agua, esos tiempos se extinguieron, como se han extinguido varios manantiales ya en esa zona.
Hace unos años se abrían los caños y un agua limpia y cristalina fluía por los caños, siempre nos dijeron que el agua era insípida e incolora, nos mintieron, el agua de aquellos tiempos tenía un olor a pureza a limpia y beberla era tan agradable como acariciar el cielo, su olor era el llanto de la tierra llorando de alegría. Hoy por las mañanas un agua lechosa corre al abrir las llaves, agua turbia y otras veces sucia.
La calidad del agua ha bajado cada día, mientras sus funcionarios pelean y se acusan mutuamente. Siempre me he preguntado si ellos tomarían esa agua potable que nos venden o acaso serán como esos profesores que trabajan en un colegio y matriculan a sus hijos en otros. Estoy convencido que los funcionarios de la empresa que nos vende el agua “potable” tienen sus casas llenas de bidones de agua de marca.
Yanacocha dice que no contamina y es algo que ni siquiera ellos creen. Yanacocha se ampara en las políticas del Estado para seguir trabajando, el Estado Peruano le hace las leyes a la medida cual sastre oficioso y amigo. El Perú recibe millones a cambio de ello y nos conformamos con eso. La Municipalidad recibe tantos millones que no tiene o no sabe en qué gastarlos. También la universidad y otras instituciones. Somos los nuevos ricos que se ganaron la lotería y nos comportamos como tal.
Antes los alcaldes y regidores trabajaban ad honoren y pocos o casi nadie querían ser alcaldes. Luego los alcaldes y regidores empezaron apercibir un sueldo y a todos de repente les nació un amor repentino por la patria y por los pobres, por la tierra donde uno vive, luego vinieron las dietas de regidores y el resto ya todos conocemos.
Quizás en un mañana cercano les contemos a nuestros hijos que habían ríos y que eran como carreteras de agua que cantaban y que esas piedras redondas, oblongas son testimonio de que el agua corría, y que conocimos especies de aves que ellos ya no conocerán excepto por los libros.
Quizás les hablemos de que antes las botellas eran todas de vidrio y que había que regresarlas para cambiarlas por otras, les hablaremos de antes, de ese antes feliz que vivimos, antes de que aparezcan las bolsas plásticas, las botellas descartables, los platos descartables, las cucharas descartables… y la ambición por el oro. Todas aquellas cosas que fueron destruyendo el mundo que algún día nos fue prestado.