Javier Heraud Pérez, retorna al Perú luego de un periodo de residir en Cuba, presuroso por el régimen político que en esa época se vía en nuestra patria, hizo su ingreso por la frontera con Bolivia ya como integrante del ELN el 15 de mayo de 1963, cuando fue sorprendido por un grupo de militares peruanos y luego de un fugaz tiroteo, Heraud, rendido e inerme fue acribillado con más de treinta balazos. Tenía 21 años y una larga lista de poemas que habían quedado como parte de un proceso poético trunco como su vida. Luego de la violenta muerte varios intelectuales de la época hicieron llegar sus condolencias y sus apreciaciones del hecho a los familiares del poeta y a los compañeros de estudios y de arte, así fue que entre las cartas recibidas figura una de exquisita factura, perteneciente a quien más adelante sería catalogado como uno de los más grandes poetas de América y el mundo. Neptalí Reyes, conocido ya en el mundo de las letras como Pablo Neruda no pudo mantenerse distante de lo que había acontecido en un país que era parte de la América que él amaba, es por eso que envió esta carta a un círculo de poetas peruanos: A continuación la copia textual de la misiva.
Universidad de Chile
ISLA NEGRA, Julio de 1963
He leído con gran emoción las palabras de Alejandro Romualdo sobre Javier Heraud. También el valeroso examen de Washigton Delgado, las protestas de Cesar Calvo, de Reinaldo Naranjo, de Arturo Corcuera, de Gustavo Valcárcel. También leí la desgarradora relación de Jorge A. Heraud, padre del poeta Javier.
Me doy cuenta de que una gran herida ha quedado abierta en el corazón del Perú y que la poesía y la sangre del joven caído siguen resplandecientes, inolvidables.
Morir a los veinte años acribillado a balazos “desnudo y sin armas en medio del río Madre de Dios, cuando iba a la deriva, sin remos...” el joven poeta muerto allí, aplastado allí en aquellas soledades por las fuerzas oscuras. Nuestra América oscura, nuestra edad oscura.
No tuve la dicha de conocerlo. Por cuando ustedes lo cuentan, lo lloran, lo recuerdan, su corta vida fue un deslumbrante relámpago de energía y de alegría.
Honor a su memoria luminosa. Guardaremos su nombre bien escrito. Bien grabado en lo más alto y en los más profundo para que siga resplandeciendo. Todos lo verán, todos lo amarán mañana, en la hora de la luz.
Pablo Neruda
Así concluye la carta que si bien es breve es también profunda, este documento ha quedado casi en la sombra por el tratamiento que se le dio al tema de la muerte de Javier de Heraud en aquel entonces, compañero de Antonio Cisneros, César Calvo, Rodolfo Hinostroza y otras celebridades del verso peruano que han forjado los pilares de la poesía peruana.