Hoy como todos los años se conmemora el Día del Maestro, fecha noble en el Calendario Cívico que pretende homenajear al ser abnegado que enseña y que transmite el conocimiento de generación en generación. Cadena y esencia de la razón humana. La vida en realidad está llena de maestros y de aprendices. Uno nunca deja de aprender.
La celebración ingresó al calendario cívico en el Perú en 1953 durante el gobierno del general Odría. La fecha elegida fue el 6 de julio porque fue el 6 de julio de 1822 cuando el general José de San Martín creó la primera Escuela Normal de Varones con el fin de mejorar la calidad de la instrucción pública.
La fecha busca reconocer, sin éxito, a los hombres y mujeres que dedican su vida a la enseñanza en los colegios y escuelas, entre aulas frías y un mobiliario poco feliz. En escuelas deprimidas y rotas, sin carpetas y sin cristales, sin un mínimo de decencia. En escuelas que alguna vez fueron la propaganda viva de una dictadura que se derrumbó como hoy las escuelas de “una por día”.
Los maestros, esos esclavos ilustrados que ganan dos o tres soles por hora, que en los colegios privados reciben sueldos con recibo y sin planillas y que cuando quieren ingresar al magisterio se los estafa con pruebas pre vendidas con insultos permanentes a su capacidad intelectual. Los maestros son seres casi etéreos en un mundo de represión en el que se los obliga a falsificar documentos, títulos, maestrías y doctorados, aquellos a quienes se los evalúa por el peso en gramos del currículo y no por meritocracia.
El Estado Peruano es sin duda uno de los estados más represivos con la carrera docente – Eso no significa que los políticos no aprovecharán la oportunidad para saludar con pompa e hipocresía a los maestros, mientras legislan de la peor manera en contra de este sector oprimido– Las leyes elaboradas con alevosía en el gobierno de Alan García han apuntado al exterminio de la Carrera Docente con el sórdido pretexto de repontenciarla. El Ministerio de Educación desde el año 2007, implementó la nota de 14 para el ingreso a los institutos superiores pedagógicos públicos a nivel nacional, generando la disminución de alumnos en estos centros de enseñanza que ofertan especialidades para la docencia. El Perú en corto tiempo se quedará sin profesores, sin docentes, sin pedagogos. Entonces vamos camino a la ignorancia y la oscuridad.
La proximidad de las elecciones augura una serie de propuestas demagogas y populistas que saldrán a luz próximamente, quizás en este día algún astuto candidato se aventure a ofrecer el incremento salarial al estándar internacional, es decir, varias veces más de los sueldos ridículos que reciben los docentes en la actualidad o la modificación de la Ley de la Carrera Pública Magisterial. Habrá quienes salgan a las pantallas a conmover con palabras bonitas a quienes ejercen la docencia y a quienes buscarán engañar una vez más.
Mientras el Estado no se decida invertir fuertemente en los maestros, será difícil revertir la crisis educativa y los costos que ella acarrea en términos de competitividad y desarrollo sostenido del país. Invertir más en los maestros y en Educación pasa por la necesidad que funcionarios de los Ministerios de Economía y Finanzas y Educación comiencen a hablar el mismo lenguaje en términos de prioridades de política y de financiamiento. Por ahora el primero lo que busca es frenar las demandas de gasto y que la poca inversión que se ejecuta sea muy eficaz en el corto plazo. En cambio, el Ministerio de Educación piensa en escenarios de mayor horizonte temporal, en el entendido que ninguna reforma cualitativa importante es posible en el corto plazo. Si no se da un acercamiento político y técnico en esas dos miradas será poco lo que se avance. Los maestros y la educación en el Perú no tienen esperanza.
Mientras tanto resulta infortunado decir: Feliz Día Maestro. Resulta absurdo pensar en que estamos creciendo cuando la educación en el Perú padece una apoplejía severa desde hace mucho. Hoy no es un buen día para los maestros.