El Teatro Cajamarca, principal centro de reuniones de artistas y dramaturgos de hace unos años, se ha quedado convertido en una casona vieja con riesgos inminentes de desplomarse y con una serie de deficiencias que han dictaminado su cierre para evitar tragedias que lamentar. El cableado de su interior es una maraña de alambres peligrosamente entretejidos que podrían provocar un incendio, así lo determinó Defensa Civil, hace mucho luego de una minuciosa inspección.
Los espacios para Cajamarca en cuanto al arte se han reducido significativamente, atrás han quedado los años en que el teatro lucía remozado y eran permanentes las obras que allí se presentaban. Era el centro de las obras hechas por cajamarquinos y otros más venidos de otras partes del país. Algovipasar, Cierto Consenso… entre otros grupos fueron quienes lucieron las obras que fueron ovacionadas y aún hoy son memorables, otros grupos de artistas hubieron, otros espectáculos. Hoy de eso no queda nada.
Cuando el Centro de Convenciones Ollanta de la Universidad Nacional de Cajamarca apareció en escena, el teatro Cajamarca quedó rezagado, como si no importara un centro en el que se ponga en acto el trabajo, arte, danzas, poesía y todas esas esencias de la vida que nutren el alma.
Los políticos que hoy están en campaña y que predican en las calles y esquinas, cual apóstoles de un falso mesías, no se han referido para nada al Teatro Cajamarca, nadie ha tomado en cuenta la remodelación, refacción y puesta en marcha de aquel teatro testigo de nuestra misma historia. En Cajamarca nos sentimos orgullosos de nuestros centros comerciales, de un carnaval venido a menos. Siempre decimos que somos la Capital del Carnaval Peruano, como si ello nos otorgará un puntaje en nuestra hoja de vida.
El insigne Francisco Arroyo Cobián fue nombrado presidente, hace buen tiempo, de una comisión restauradora del Teatro Cajamarca. Una comisión con una misión imposible si tenemos en cuenta que nunca hubo fondos para alcanzar tal objetivo. Si tenemos en cuenta que el Instituto Nacional de Cultura de Cajamarca es un ente que empezó a morir cuando Marcela Olivas dejó la gestión y que hoy se ha convertido en una institución más, llena de personajes ilustres y sin lustre, en un predio lleno de cavernícolas ociosos que han dejado la escena cultural en manos de entidades privadas. Nos daremos cuenta que hemos caído en un abismo de incultura, en una fosa de sombra, de ignorancia.
Hace unos meses una de las paredes del afamado teatro cajamarquino de desplomó, el hecho no fue notorio ni difundido por los medios de comunicación porque se trataba de una pared interior, una pared que no era visible desde las afueras, por lo tanto nada se hizo para reformular la refacción del magnífico teatro.
Los políticos son teatreros pero no saben de teatro, son oportunistas, gigolós de pasiones por unos votos, pero nada más, saben bien que decir “vamos a refaccionar el teatro Cajamarca” no es rentable ni redituable. Son políticos, enamoradores falsos, rufianes oportunistas, sinvergüenzas descarados que claman un voto para después olvidar.
Cajamarca siempre fue un teatro, un gran teatro en donde se escenificó más de una tragedia, más de una comedia y hasta una epopeya épica y lírica. Hoy Cajamarca se jacta de tener la primera productora de oro de América, de ser una tierra en donde se fusionó la historia hispana e inca, pero también de tener el más alto índice de desnutrición, analfabetismo, alcoholismo… y además, de no tener un teatro.