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lunes, junio 25, 2007

El día del campesino es el icono de la más grande hipocresía



Mañana se celebra el día del campesino, ocasión propicia para que los políticos se pongan un sombrero y hablen del “hermano campesino”, ese hermano que reprimen con palos y bombas lacrimógenas cuando defiende el agua que le significa vida, que le significa el éxito de sus cosechas y el alimento que es el sustento de su vida y de la nuestra.

Los campesinos, esa masa portátil que es usada cada vez que los políticos requieren de un grupo de individuos que les den notoriedad, ese grupo olvidado al cual se mira con desprecio, al cual se desatiende constantemente hasta sumirlo en el fondo del olvido.

Mañana los políticos rendirán un homenaje a los campesinos, tratarán de incrementar su popularidad poniéndose un sombrero, bailando un huayno, aceptando un mate lleno de harina o de cancha, y hasta se pondrán un poncho para parecerse a ellos. Se pondrán todo menos en su lugar, menos en su dolor y tampoco entenderán su milenaria tristeza y su soledad.
Si el campesino fuera respetado se le pondría cómodos asientos de esponja en las entidades bancarias donde se les paga por un servicio que prestan como es el caso de los campesinos que proveen de leche a la empresa Gloria y no los harían esperar horas y horas bajo un sol abrasador sentado en las veredas de la calle
El día del campesino no es ni siquiera un día de reflexión, se ha convertido en un icono de la hipocresía para hablar cosas que pretenden ser bonitas, para recitar “La aguja del campesino” de Mario Florián, para mentir que nos sentimos orgullosos de una raza que a cada instante detestamos y rechazamos, que negamos por nuestra vileza.

“Por el hermano campesino tenemos la comida en nuestra mesas” rezan los discursos, no se dice que a ese hermano campesino se lo abate a varazos cuando pretende ganar cincuenta céntimos en una esquina vendiendo habas o chochos en una de las esquinas de la ciudad. No se dice que a ese hermano campesino las empresas de seguridad contratadas a sueldo por las mineras matan y golpean sabiéndolos inermes como lo hicieron con Isidro Llanos, cuyo crimen quedó impune.

Tampoco se dice que los campesinos son maltratados en los centros de salud por un grupo de indolentes hombres vestidos de blanco que ven ellos la imagen de la suciedad y repulsión debido a sus carencias muchas veces generadas por una sociedad que los ha condenado a vivir en zonas alejadas, en “reservas” como a los indios en Norteamérica.

Ya no pueden mentirnos más hablando del hermano campesino, porque somos un país de cholos donde todos nos choleamos mutuamente, donde el que más miente se siente mejor siempre. Los políticos y autoridades aman a los campesinos en días como estos, en que les sirven de trampolín para ganarse protagonismos que alimentan su ego.
Estamos en el siglo XXI y si el campesino fuera respetado se le pondría cómodos asientos de esponja en las entidades bancarias donde se les paga por un servicio que prestan como es el caso de los campesinos que proveen de leche a la empresa Gloria y no los harían esperar horas y horas bajo un sol abrasador sentado en las veredas de la calle.

Esas imágenes serán los archivos de la vergüenza para mañana, para los años sucesivos y las generaciones que vendrán.

Mientras los campesinos no sean tratados como auténticos hermanos, sin discriminaciones ni vejaciones nunca podremos decir Feliz día, mucho menos hermano campesino.

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