Ha muerto Hugo
Chávez, los seguidores del tirano hoy lamentan su partida. En realidad Hugo
Chávez había muerto hacía tiempo, simplemente se buscaba manipular a Venezuela,
por eso no se lo mostraba ni siquiera cuando arribó de Cuba. Sospecho que
Chávez había muerto en Cuba, lo que trajeron fue un cadáver y una serie de
versiones conchabadas como el de la enfermera chavista que decía haberlo visto
paseando por el interior del hospital.
La vida de Chávez
no fue un ejemplo para nada, sus actitudes dictatoriales han sido condenadas
mil veces, hizo del irrespeto y del poder sus armas para lanzarse contra quién
no le parecía acorde con su pensamiento. La injerencia que tuvo en nuestro país
fue lamentable, las famosas Casas del Alba se insertaron por toda la nación con
pretensiones nada santas.
Pero Chávez fue un
dictador popular, un dictador querido como lo fue Fujimori, por ello es que
tanta gente ahora lo llora en Venezuela y se habla de él como una leyenda. No
podemos negar que para un sector importante de su país fue un ídolo que hoy se
convierte en leyenda –tal cual pasó con Fujimori, los dictadores populares son
amados por multitudes -
Nuestro presidente
ya pidió permiso al Congreso para ausentarse y partir a Venezuela, seguramente
hará lo mismo el presidente regional y se hablará de Chávez como de un
personaje que hizo historia y no de la miseria que fue su vida y sus ansias
locas de poder por imponer sus ideas bolivarianas.
Respeto el dolor de
mis amigos rojos, y entiendo su tristeza y su pesar, pero del mismo modo sé que
ellos respetan mis ideas aunque no las compartan. La América Latina está
cansada de dictaduras, mucho daño ya se ha hecho a nuestros pobres países con
dictaduras miserables y reiteradas. Ningún dictador merece respeto, felizmente
la naturaleza es sabia y pone las cosas en su lugar en una secuencia invariable
de actos concatenados que siempre tienen un desenlace.
Puede resultar
simpático y oportunista solidarizarse con un muerto, pero los violadores de
derechos humanos no merecen un ápice de solidaridad, mucho menos respeto. El
mal ejemplo del caudillo que se convierte en presidente y que una vez allí
modifica las leyes una y otra vez para perennizarse en el poder, se ha repetido
tantas veces en América.
Algo sí es
definitivo, la muerte de un ser humano nunca puede ni debe alegrar a otro. Hugo
Chávez poseía los millones de dólares que quería y que eran el resultado del
petróleo venezolano, pero ante la muerte todos somos iguales y no hay moneda
que valga.
Ojalá que ahora
empiece una verdadera democracia en Venezuela, una vida sin tiranías ni
injerencias en países vecinos y que el sueño bolivariano se haga realidad pero
por la hermandad y no por poder de los petrodólares y que la América respire
nuevamente los aires de libertad y democracia de verdad.