Para Leslie Miriam, mi hija.
Los días habían
llegado en cadena. Esa tarde que llegué a esa ciudad desconocida era casi ya de
noche, las luces de la ciudad se habían encendido y hacía frío. Yo te recuerdo
parada junto a una reja de madera con una tristeza indefinida, tu chompa roja y
una falda gris como la noche misma.
Al comienzo la vida
no fue tan fácil como hubiéramos querido que lo fuera, pero sabíamos que iba a
ser así y dejamos que el tiempo se encargue de traernos las buenas noticias y
desdibujarnos las ausencias que otras personas habían sembrado en nosotros, en
nuestras almas amodorradas por la tristeza de tantas ausencias.
En realidad los dos
fuimos creciendo juntos y ese árbol de lúcuma que crece en nuestro jardín
también lo hizo con nosotros. Nada fue fácil al comienzo porque éramos dos
extraños en orillas distintas de la vida y una situación indefinida que nos
había planteado la misma vida. Te he visto crecer y tú me has visto llorar.
Los días son buenos o
malos según como los construye cada uno, nosotros decidimos asentar una pared
de días felices que aunque no lo conseguimos siempre, lo intentamos todo el
tiempo y reímos cuando tuvimos que reír y lloramos cuando tuvimos que llorar,
otras veces simplemente dejábamos que nuestra alma seque a la luz del sol de
los días y que el tiempo dibuje los caminos frente a nosotros.
Ambos tuvimos amores
secuestrados, ausencias en el alma que nos hundían en la tristeza, pero juntos
nos salvamos y dejamos de ahogarnos en ese lago incierto de la pena y ambos
fuimos la madera salvadora del otro hasta llegar a esa isla feliz que hoy
habitamos con ternura y en donde la ausencia no existe.
Cada día es
diferente, a cada instante hay una lección nueva que aprender. Yo quisiera que
no te equivoques, advertirte que el mundo está lleno de peligros y que no
quiero que tropieces como lo hice yo, pero lamentablemente es preciso que tú
sigas el camino de las líneas que la vida ha reservado para ti, que te
equivoques y que te levantes. Cuando quieras llorar tendrás mi hombro para
hacerlo.
No eres mi hija
biológica, pero sabes que lo eres para mí. Quiero evitar repetir contigo los
errores cometidos en otro tiempo porque tú me has enseñado que siempre se puede
aprender y que nada es imposible. Cuando te veo reír sé que la vida es un lugar
al que tuve que llegar para encontrarte y vivir un tiempo a tu lado, no
hablemos de años robados. La vida estaba escrita así antes de que naciéramos,
solo se han cumplido los designios de alguien que quiso que así lo fuera,
sencillamente de Dios.