Cajamarca, a
diferencia de otras ciudades, no tiene una sede de la Sociedad Protectora de
Animales, por lo que aquellos canes que vagabundean por la ciudad se ven en
total desamparo y abandono. A esto se suma que ya en Cajamarca existe un tráfico de animales y
que se comercializa en los mercados sin ningún reparo. Aves de distintas
clases, felinos, tortugas, iguanas y hasta primates se pueden ver enjaulados y
en venta en las esquinas del perímetro del mercado central y en algunos
mercados adyacentes.
El caso específico
de los canes resulta lamentable debido a que se da en un contexto de aceptación
generalizada – como si tuviéramos un acuerdo tácito de que los perros vagabundos por
el hecho de no tener dueño, tampoco tienen derechos – nos hemos vuelto
hace mucho una sociedad indolente y materialista que protesta cuando tocan lo
suyo pero no cuando sucede con otras personas.
La Universidad
Nacional de Cajamarca, como cada año, realiza prácticas abominables y abyectas
con perros, a quienes les realizan operaciones, mutilaciones, intervenciones… y
todo cuanto un practicante necesite para conocer la anatomía y las reacciones
de los canes - Esta práctica ya ha sido vedada en otras universidades del país,
debido a la impericia de quienes lo ejecutan y a la atrocidad que significa
para los pobres animales ser sometidos a ese tipo de torturas y vejaciones –
Los estudiantes universitarios actúan como nazis en los campos de exterminio,
realizando una serie de experimentos con seres vivos – quizás podamos asumir y
comprender que con seres muertos se puedan realizar clases prácticas para
conocer la anatomía canina, lo que a la postre conllevará a salvara vidas, pero
hacerlo con seres vivos resulta indignante-.
Los estudiantes
salen de a dos o en cuadrillas en busca de canes indefensos, les lanzan algo de
comer, mientras se ganan su confianza, luego uno de ellos, se acerca al animal
por la parte posterior y lo toma de la cola y le da vuelta tras vuelta -como
si se tratara de el lazo de un jinete- El perro da alaridos siniestros
mientras se va mareando por las constantes vueltas, finalmente, lo meten de
cabeza en un saco o costalillo y el pobre can es trasladado a su centro de
estudios.
En la universidad
la historia no es menos patética, el can es introducido en una jaula de metal,
en donde el animal permanecerá por todo el tiempo que los estudiantes lo
requieran. Ahí será su celda en la que recibirá su alimento – si
es que eso sucede por casualidad del destino-, hará sus necesidades y
en casi todos los casos, será también su última morada.
Las prisiones están
ubicadas sistemáticamente en el trasfondo de la universidad, llegar hasta el
lugar es una labor difícil, en el lugar se encuentran las celdas con canes de
todas las razas, desde los que tienen el más distinguido pedigrí hasta aquellos
que son vagabundos por antonomasia. En esas celdas lúgubres se puede encontrar
a perros con los intestinos expuestos, con las patas quebradas, con tubos
saliéndoles del cuerpo, con tráqueas cortadas o mutilados y además famélicos,
tuertos o sin ojos. Es un campo de experimentación en donde no existe para nada
el amor a ellos.
Los perros
provienen de todos los lugares, fueron robados con la premisa de la
investigación y con el pretexto de que servirán a la ciencia. La Universidad
Nacional de Cajamarca permite eso y además instiga a los estudiantes a esa
muerte lenta de las mascotas ajenas en “La Primera Casa Superior de Estudios”.
Ojalá que esta vez
escuchen las asociaciones que ven en ellos los derechos de los animales
vulnerados, ojalá se escuchen las voces de los antitaurinos y de todos aquellos
que tienen un poco de amor a los animales, para que esa atrocidad no se siga
cometiendo con el pretexto de la ciencia. Ojalá podamos ir en conjunto a
liberarlos, a abrir las celdas de todos aquellos que fueron secuestrados y que
hoy experimentan con ellos con una crueldad sin límite.