Para ti y tu
silencio de oficina.
Te firmé mis veinte
años /te ayudé a subir peldaños/ y entre copa y copa me hice necesaria./ Y al
negarme a ser amable me ignoraste/ y sólo fui tu secretaria.
¿Quién no recuerda
esa canción entrañable que se toca una vez por año con una vibración especial?
El calendario cívico anuncia que hoy es 26, no figura como ningún día especial
ni hay nada que lo resalte, sin embargo las secretarias del mundo saben que hoy
es su día.
El Día de la Secretaria
representa el tributo que se brinda a una persona que resulta un engranaje
fundamental en la organización de cualquier institución pública y privada. La
secretaria está encargada de apoyar todas las actividades laborales de esa persona que llaman jefe, su rol es
fundamental en la ejecución del trabajo y en el cumplimiento de las metas. Está
a cargo de una agenda, ella es la encargada de concertar las reuniones,
contesta el teléfono, responde los correos electrónicos y asiste sin reparos a
cumplir sus funciones.
El origen de tan
afable día no está claro en la historia, existen contradicciones y versiones
distintas, sin embargo eso carece de importancia si se mira a la esencia misma
de las mujeres que pasan su vida en una oficina.
Las secretarias
profesionales son contadas, forman parte de una estirpe silenciosa de mujeres
que a lo largo del tiempo ha trascendido entre la tecnología de ayer y la que
se vislumbra para hoy y mañana. La labor de una secretaria no es una tarea que
sea valorada casi nunca, pese a que son la columna vertebral de una oficina y
del cumplimiento de las metas de una institución. Lamentablemente la labor de
la secretaria se ha desvirtuado debido a la improvisación, a la falta de
capacitación y a la intromisión de personas ajenas a esa profesión en una tarea
tan importante. A menudo se cree que una secretaria es una persona que chatea
todo el día y que redacta un documento eventualmente.
Las verdaderas
secretarias son de una clase y casta diferente, aquellas mujeres que dejan su
vida en su casa, y construyen otra entre las paredes de una oficina, entre
retratos de sus seres amados, entre lágrimas secretas y silenciosas esperas.
Aquellas que no se
doblegan ni se someten y que han sabido hacerse respetar más allá de las vilezas que hayan podido surgir entre
esas paredes. Mujeres que no solo escribieron por años las cartas y respuestas
anunciadas, sino que escribieron en sus días las tristezas más amargas.
Hoy se piensa que
las secretarias son entes puramente ornamentales que se encuentran sentadas en
una oficina. Hoy que una ola tecnológica ha golpeado con fuerza a todos los
lugares y todos los ámbitos de acción de estas mujeres, parece que las
funciones de una oficina se empezaran a deshumanizar.
Una secretaria no
solo es la confidente de todos los sucesos grandes y pequeños de una empresa,
sino que es un ser que humaniza esos conceptos fríos y modernos que le restan
verdad y que buscan reemplazarla por frívolos seres de obtusos conocimientos.
Una secretaria es
más que una funcionaria que prepara café y que escribe mil palabras por minuto.
Una secretaria es una madre, una esposa, una mujer que entrega sus mejores años
al servicio de una institución o una empresa y que casi siempre acaba olvidada,
como formando parte de los archivos de la vida misma, de esas cartas amarillas
que muy pocas veces, o que tal vez nunca, nos atrevemos a volver a leer y que
guardamos silentes en los anaqueles polvorientos del ayer.
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