El emotivo discurso del Premio Nobel Mario Vargas Llosa, días previos a la entrega del máximo galardón literario estuvo cargado de emotividad y elocuencia, pero sobretodo de algo que quiebra con el mito latinoamericano de “que los hombres no lloran”. No hubo diario del mundo que no comentara sobre el telúrico discurso, tampoco hubo mujer más feliz en el mundo que su esposa Patricia quien recibió las palabras entre llanto y sonrisas.
“El Perú es Patricia, la prima de naricita respingada y carácter indomable con la que tuve la fortuna de casarme hace 45 años y que todavía soporta las manías, neurosis y rabietas que me ayudan a escribir. Sin ella mi vida se hubiera disuelto hace tiempo en un torbellino caótico y no hubieran nacido Álvaro, Gonzalo, Morgana, ni los seis nietos que nos prolongan y alegran la existencia. Ella hace todo y todo lo hace bien. Resuelve los problemas, administra la economía, pone orden en el caos, mantiene a raya a los periodistas y a los intrusos, defiende mi tiempo, decide las citas y los viajes, hace y deshace las maletas, y es tan generosa que, hasta cuando cree que me riñe, me hace el mejor de los elogios: “Mario, para lo único que tú sirves es para escribir…”.
La emotiva lectura que fue hecha entre sollozos hizo vibrar al auditórium, pocas veces una confesión de esa naturaleza tuvo matices de mundial y fue tan comentada en todo el mundo, en todos los idiomas. Vargas Llosa se convirtió en los días posteriores en el nombre más buscado en Google.
Vargas Llosa ha roto con el mito de que los hombres no lloran, ese ridículo concepto de que el llanto y las lágrimas solo están destinados a las mujeres se quebró con el discurso del Nobel quien no dejaba de aleccionar en cada una de sus líneas. Los hombres lloran y Mario Vargas Llosa lo demostró con emotividad ante millones, demostró que no hay barreras para el amor y que más allá todavía uno puede sentirse orgulloso de ello.
“…El paraíso de la infancia no es para mí un mito literario sino una realidad que viví y gocé en la gran casa familiar de tres patios, en Cochabamba, donde con mis primas y compañeros de colegio podíamos reproducir las historias de Tarzán y de Salgari, y en la Prefectura de Piura, en cuyos entretechos anidaban los murciélagos, sombras silentes que llenaban de misterio las noches estrelladas de esa tierra caliente. En esos años, de escribir y protestar, de rebelarme, de escapar a lo intolerable, mi razón de vivir. Desde entonces y hasta ahora, en todas las circunstancias en que me he sentido abatido o golpeado, a orillas de la desesperación, entregarme en cuerpo y alma a mi trabajo de fabulador ha sido la luz que señala la salida del túnel, la tabla de salvación que lleva al náufrago a la playa…”.
“…El Perú es para mí la polvorienta y temblorosa redacción del diario La Crónica donde, a mis dieciséis años, velé mis primeras armas de periodista, oficio que, con la literatura, ha ocupado casi toda mi vida y me ha hecho, como los libros, vivir más, conocer mejor el mundo y frecuentar a gente de todas partes y de todos los registros, gente excelente, buena, mala y execrable…”
Vargas llosa ha demostrado que no es solo un escritor, un narrador, sino que también es un poeta y que sobretodo puede humanizar al mundo, que siempre lo ha hecho, que lo hace y que lo seguirá haciendo y que sobretodo los hombres de verdad son los que muestran sus emociones, sus afectos, sus temores y sus debilidades… y que los hombres de verdad también lloran.