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jueves, agosto 14, 2008

Lady






Es fin de semana, la bulla de la música se extiende por el aire que nos rodea, unas sillas sobre el cemento nos acogen entre el bullicio. El Grupo Cinco canta sus temas desde la radio de un automóvil estacionado cerca de nosotros. La tarde empieza a derramarse por las calles y avenidas, los vasos de cerveza reflejan ese color amarillento y espumoso. Las risas de tanta gente, las conversaciones triviales, intrascendentes, como las bromas llenas de sarcasmos y los motes cargados de humor.

De pronto aparece ella, fina, blanca y de cabello claro, con esa mirada que empieza a inquietarme, con esa mirada endiablada y encendida y posa su mirada en mis ojos como una mariposa que vuela ansiosa hasta encontrar donde posarse. Una camiseta azul, un pantalón blanco, una gorrita oscura y unos lentes para sol sujetos en su frente.

Siempre he sido un hombre silencioso, callado, de poco hablar y esta tarde aunque cante el grupo cinco y aunque haya bebido dos cervezas no será la excepción. Ella me mira incansable con una mueca tierna, trata de averiguar el por qué de mi silencio y empieza a disparar sus indirectas que en breve tiempo se vuelven dardos directos ¿Por qué tan callado? ¿Por qué no hablas? ¿Eres soltero? Por que yo si lo soy me dice feliz.



La miro incómodo, me incomoda que me hagan preguntas tontas como el por qué de mi silencio. Mi amiga de a lado empieza a notar mi incomodidad, le dice que soy así, que eso no debe importarle. Siguen las bromas, el silencio, la risa y el grupo Cinco que esta vez canta: Ojalá que te mueras./ que se abra la tierra y te hundas en ella,/ que todos te olviden./ Ojala que te cierren las puertas del cielo,/ y que todos te olviden./ Que se llene tu alma de penas,/ y entre más te duelan, que más te lastimen… Ella me invita a sentarme a su lado con su mirada tierna y su voz de niña, con acariciando su cabello y doblando su mirada en actitud de súplica. Imposible negarse a esa mirada tan blanca, a esa mujer bella que abarca todo de calle a calle con esa mirada. Y me acerco. Siéntate Jaimito me dice mientras pone su mano sobre la mía, como si fuera una antigua conocida y empezamos a hablar y a hablar y me cuenta de sus sueños de ser cantante mientras estudia una carrera, y empieza a cantarme al oído mientras todos me miran con una mirada extraña. La música sigue ya hay varias cervezas metidas en una caja vacía que ha empezado a llenarse. La tarde también se va llenando de sombras, de conversaciones cada vez más fuertes, menos claras y el frío que hacía al inicio ya no está. Su pantalón blanco, su camiseta azul, mi pantalón de jean y una cálida casaca. La mitad de la tarde, el fin de semana, las miradas poco amigables de su hermano y su primo que me llaman Jaimito con cierto disgusto. Se llama Lady y le cuento que me gusta más escribir que hablar, me abraza y me sigue cantando al oído una canción que ya no recuerdo, pero que nadie me cantó así, al oído, con tanto amor hacía mucho tiempo.

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