Es domingo por la noche, noche aburrida pero prometedora cuando uno se apodera del control remoto y sabe que la TV nacional emitirá los programas dominicales noticiosos de importancia, los esperados durante toda la semana, los que nos muestra los congresistas corruptos. Los que nos muestran el Perú desnudo, con sus psicópatas y sus destartalados buses estrellándose a 100 km. por hora.
“Anuncian los titulares, uno tras otro, buena hora para tomar una infusión tibia que entibie además del cuerpo el alma antes de ver correr ese velo de cáncer que se corre cada domingo, y empieza luego de un introito un reportaje. David Abanto, el juez y la denuncia que debe infundir hormigueos en los corruptos. Empieza a correr el video. Al día siguiente un diario capitalino informaría así:
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La jefa de la Oficina de Control de la Magistratura (Ocma), Elcira Vásquez, sería cómplice de tráfico de influencias.
El programa Cuarto Poder difundió audios que demostrarían que favoreció a la ex decana del Colegio de Abogados de Lima (CAL) Luz Áurea Sáenz, quien postulaba el 2007 a la reelección en ese gremio y presentó un recurso de amparo al PJ para anular los resultados de los comicios que la daban como perdedora.
En ese momento, el PJ atravesaba una huelga judicial, pero extrañamente la demanda de Sáenz fue recibida y derivada al juez de turno David Abanto, quien la rechazó.
Su decisión provocó que de inmediato recibiera la llamada de Elcira Vásquez. Doctor Abanto, en mi oficina está Áurea Sáenz, quien solicita ser atendida por usted, afirmó Vásquez, pero el juez le recordó que la norma señala que se atienda al público de 8 a 9 de la mañana. Bájeme la norma. Voy a hablar con el presidente de la Corte de Lima, concluye Elcira Vásquez, según el audio”.
Termino de ver el video, mi corazón es un vendaval, nada tendría de raro probablemente, si cada domingo vemos denuncias de actos de corrupción, denuncias que ponen en vitrina la obscenidad de los congresistas y la tiranía y hasta patologías mentales de otras autoridades, pero esta vez hay algo especial en ello, el juez David Abanto se llama en realidad Jaime David, es decir es mi homónimo, lo que podría ser un hecho casual de no ser porque además es mi hermano.
No todos los días uno ve a un hermano suyo emboscando a la corrupción y denunciándola cojonudamente, menos aún si la corrupción involucra a personas de alto rango en la magistratura. David, como el rey, justo y transparente. La semilla de nuestro padre no cayó en tierra infértil.
Llamo a mi padre para preguntarle si vio el reportaje, me dice que sí y percibo en su voz ese acento silencioso del orgullo, del trabajo bienhecho y de la satisfacción paterna. Me habla de la verdad y la justicia, de los valores y de aquello que debemos cultivar para ser hombres de bien, caigo en letargo de emoción antes de que el celular consuma mi último centavo de crédito.
Desde lejos el rumor de un río me anuncia que en el Perú no todo está perdido, que muchas cosas aún pueden cambiar, que aún la verdad es posible.