A: Alex Revilla
Fuimos amigos desde la infancia. No recuerdo el
momento exacto en que empezamos a ser amigos, pero sé que fue en los primeros
años de la infancia en el patio de losetas rojas por donde alguna vez
anduvieron los franciscanos. Recuerdo que eras el compañero de salón de mi
hermano y que muchas veces recorrimos largas distancias de regreso a casa, tu
casa y la mía eran cercanas y había una gran distancia hasta la escuela.
Hoy otras distancias nos alcanzan… En aquellos días
solíamos jugar monopolio junto a la piedra de molino en la casa del pasaje
Francia, junto a la buganvilla, despreocupados de la vida que vendría mañana,
los problemas estaban ausentes de nosotros, a esa edad las únicas ausencias son
las de los días que van pasando casi sin darnos cuenta.
Después volvimos a encontrarnos en la vida, ya más
grandes, y alguna vez vendimos computadoras en la esquina de la vida, en medio
de transeúntes y atardeceres. El tiempo había pasado y hablábamos de cosas más
profundas como el río de los días que no nos habíamos visto o del profesor
Cubitas y su palmeta. La vida se va sin darnos cuenta.
Alguna vez fuimos al Café de Artistas y Otros
Cuentos a bebernos unas cervezas y a hablar de los libros que no habíamos leído
que era mejor que hablar de los leídos. Esos tiempos no van a volver amigo.
Eras un poeta y yo lo sabía, disfrutabas de los rincones que el mundo ha
designado a la poesía, te gustaba escribir en los manteles de las cafeterías
poemas que nunca los decías, como aquella noche en el café de Mauro cuando
cantamos alguna triste canción que hoy la recuerdo tenue.
La noticia de tu muerte me ha pegado fuerte. Todos
los caminos ese día se juntaron, es verdad que hacía mucho que no te había
visto, pero enterarme que te habías ido fue una noticia triste, un poema vacío
que se pierde en la distancia. Y volvió entonces la infancia, el recuerdo de
nuestros retornos cotidianos a nuestras casa a las seis de la tarde cargando
nuestros maletines llenos de cuadernos y nuestros bolsillos de chapas o
canicas… Hoy cargo mi soledad y tu ausencia Alex.
Te fuiste sin que nos diéramos cuenta, tu corazón
se cansó de los días grises que nos da la vida y partiste a esa distancia
insondable de la muerte. Ya nuca podremos regresar juntos a casa, ni a jugar
monopolio en el patio de la casa. Tú ya partiste dejando una estela de
recuerdos y una ausencia sórdida, nosotros aún nos mojamos bajo la lluvia y
tenemos frío, lloramos o tememos… Todo pasa Alex. No sé si un día volveremos a
encontrarnos, no sabemos… pero sí así fuera prometo ser mejor amigo que lo que
he sido, prometo oír tus poemas aunque los lances al viento, y quien sabe,
quizás podamos, a las seis, puntualmente, retornar a casa.