Cuando éramos niños
los padres o las abuelas que buscaban infundirnos la perfección nos decían:
Nunca digas una “mala palabra”, ni siquiera las oigas, porque de hacerlo no
irás al cielo, nos decían. Con el tiempo descubrimos que no habían ni buenas ni
malas palabras, solo habían palabras y palabrotas. Y aprendimos también que
había palabras con amor y odio y que unas construían y otras no.
Usamos la expresión
“ajos y cebollas” para referirnos a las lisuras que a menudo se usan como
condimento de la palabra, las expresiones suelen tomar cierta fuerza si van
acompañadas de una lisura. Hay lisuras que son justas y necesarias, que sazonan
la expresión. Por ejemplo un carajo bien puesto es inigualable.
Erróneamente se
había pensado que las lisuras eran potestad exclusiva de los hombres, nada más
falso, las lisuras se han hecho patrimonio de las mujeres, del mal llamado sexo
débil. ¿Quién no ha dicho una lisura, quién no la dice?
La entrenadora del
equipo de vóley de menores, Natalia Málaga, se ha hecho el ícono de la lisura,
su método que puede parecer hostil le ha dado frutos cuantiosos con una
selección de adolescentes que aprendió a convivir con el carácter agreste de su
entrenadora y su florido léxico. Todos se ríen de medio lado, a media voz,
nadie cuestiona y tampoco habría por qué hacerlo. Se escuchan lisuras en los
mítines de políticos, en el Congreso de la República, en los sermones de
Cipriani y hasta en las postrimerías de los funerales.
Algunas de las
frases más sonadas y repetidas por los medios de comunicaciones televisivas, de
la autoría de Natalia Málaga en uno de los últimos partidos fueron:
“No te quiero ver en la red mirando como un
caballo. ¡No mires de frente m...!, sino adonde se mueve cada una y vas
avisando ya. ¡Muevan, muevan la cabeza!”
“¡Cómo
pierdes ese punto carajo! No jodas pues Violeta, mier..., y
que chu... es eso, ganen a estas hijas de…”.
“Pide la pelota rápido y larga, no te quedes
muda. Ella (la rival) hace finta para sacarte el balón y tú te la crees. Me
cag.. en cien. ¡Desahuévate ya! ¡Ya me estás cansando ya!”.
Dalmacia Ruiz – Rosas, es otro
ejemplo palpable, ella es una de las poetas más reconocidas del país, alguna
vez participó de los festivales del Patio Azul, la buena Dalmacia realizaba un
recital en el Gabinete Rock Bar de Barranco hace dos días, la poeta tuvo un
percance con uno de los asistentes, quien aparentemente conversaba con otra
persona mientras esta recitaba.
“Si no te gusta puedes irte, pero no me j… Todo el día
he tenido que soportar estupideces, imbecilidades y c… No vengo aquí a leer y a
seguir escuchando cojudos. Si no te gusta, tápate los oídos o vete a la p… que
te parió”, le
dijo Dalmacia al hombre entre la ovación de los asistentes.
Y prosiguió: “Oye,
imbécil, si no quieres que baje y te voltee la cara más vale que te calles,
¿por qué no saludas cuando llegas? Mequetrefe de m.... ¡Cállate c… tu madre! No
voy a seguir leyendo mientras este imbécil me siga faltando el respeto”.
Apoyada por el
público, la poeta logró que sacaran al sujeto del local a empujones. “Vete a la
c… de tu madre”, le dijo.
Hay lisuras y
lisuras, cada una de ellas encierra una posibilidad distinta, son parte de
nuestro lenguaje cotidiano y están en todas las esferas. Vivimos con ellas y
como hemos visto no son exclusividad de ningún género.