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jueves, diciembre 21, 2006

Navidad y la tristeza



A menudo las fechas previas a la navidad se tornan días aciagos en que uno echa de menos a las personas amadas que no están a nuestro lado temporalmente o que no estarán más a nuestro lado en nuestra vida terrena. Otras veces simplemente la tristeza se apodera de nosotros inexplicablemente en días como estos. Si es el primer año que esta persona no nos acompañará puede ser más difícil definitivamente. Es apropiado y lógico guardar un duelo ante la ausencia de un ser querido a quien echaremos de menos la hora del abrazo, pero también debemos dejar espacio a otras emociones. Reunirse con amigos y amistades no implica una traición a la memoria de esa persona amada que ya no está con nosotros. Pero tampoco debemos rehuir a la tristeza y la melancolía ya que son emociones que habitan en nosotros y que aportan mucho de positivo a nuestra alma cuando las escuchamos y atendemos.

La gente camina presurosa por las calles y plazas en busca de un regalo. Las luces intermitentes parecen tener rocío con la humedad de la llovizna. Los niños emocionados aguardan la medianoche para abrir sus regalos y creer una vez más que Papá Noel ha llegado por la puerta y no por la inexistente chimenea. A la hora del abrazo hay ganas de ser feliz inmensamente y de pedir por la paz mundial. Que cesen los ataques en Irak y Pakistán, que cesen las balas en el Perú, que cesen las pandillas confundidas en abandono y soledad, que en las comisarías no se escriban más denuncias cotidianas de violencia familiar, que las carreteras dejen de mancharse con las sangre de nuestros compatriotas y que los jueces dejen de firmar recursos de amparo para los buses camión, que nuestras nuevas autoridades continúen con las buenas obras y destierren para siempre la deshonestidad… Y que los niños, que son impedidos de ver a sus padres puedan sonreir en esta navidad.

Por los que partieron antes que nosotros Fernando Serván, Fernando Silva Santisteban, Virgilio Montoya y todos los hermanos que este año nos dijeron hasta pronto. Que la navidad sea ese puente de unión que tanta falta nos hace, que tanto necesitamos en estos tiempos violentos.

La navidad no debe ser confundida con una fiesta comercial como ha venido sucediendo en las últimas décadas en que se ha ido perdiendo el verdadero espíritu de unión, perdón, paz amor fraternidad y la búsqueda en cada niño de una sonrisa que nos haga recordar que aún la inocencia existe y que el niño que nacerá será capaz de poner candidez en los rostros de los experimentados.

La navidad en esencia es una fiesta en que más allá de la representación o la iconografía católica y mística debe ser una fiesta individual de cada corazón pero que englobe al mundo entero. El verdadero sentido del compartir con el otro, con el desafortunado, con aquel rostro triste esperando el abrazo que un día le prometieron, con aquel que extraña a su madre, a su padre o a su hijo, el de las esperanzas negadas.

La noche de luces, del espectáculo mágico en espera del personaje que mueve al mundo, de los cánticos con el mensaje de la tan anunciada navidad, voces cándidas y sonoras con él dulce fondo musical de notas dulces y conmovedoras.

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