Hay conmemoraciones que resultan fatídicas, hace un año, un día como
hoy, la prensa nacional y mundial daba cuenta de los primeros muertos por el
conflicto minero del proyecto Conga, aquel que se rompió por el lado más débil
y que dejó una estela de dolor en varias familias celendinas y en una
bambamarquina.
Al cabo de un año ya podemos hablar de historia, esa historia que mira
con oprobio el accionar salvaje de un grupo de soldados armados que dispararon
a matar contra la población inerme, entre los fallecidos había un estudiante
menor de edad, el ministro del Interior de esos días, Oscar Valdés – el que
después fue expectorado por su ineptitud y su mal manejo de conflictos en el
Perú-, montó un show con supuestos soldados heridos que fueron traídos
a Cajamarca en helicóptero, soldados que no tenían un solo rasguño por que la
población celendina estaba desarmada.
Ante el fallido intento y el procaz espectáculo el fantoche de Valdés
manejado por Humala salió nuevamente a decir que sus huestes solo habían
disparado balas de goma, lo que fue desmentido una vez más cuando de los cráneos
y de los cuerpos – o de la garganta como fue el caso de Joselito Sánchez a quien le
dispararon desde un helicóptero- se extrajeron balas de fusiles de
guerra.
José Faustino
Silva Sánchez, Eleuterio García Díaz, César Medina Aguilar y José
Antonio Sánchez Huamán, son hombres celendinos que la historia recordará igual
que al bambamarquino Joselito Vásquez Jambo, porque sus muertes son el icono de
la barbarie sobre la intransigencia.
Los políticos testarudos que incendiaron la
pradera no sufrieron un rasguño, como tampoco los sufrieron los soldados y los policías
de Ollanta y de Valdés. Los dirigentes que a la hora de las balas apagaron su
discurso, los dirigentes que en una actitud hipócrita envolvieron a los muertos
en una bandera para después olvidarse de sus madres y sus hijos, de los
huérfanos y las viudas, fueron tan miserables como las órdenes del gobierno de
disparar a matar a una población inerme.
Ninguna muerte debe ser inútil, por eso la
muerte de estos mártires merece ser recordada en la historia reciente de
Celendín, aquella que se cincela con los días y que cambia el rostro de una
historia trágica que nunca debió pasar.
Los asesinos de los cuatro celendinos y un
bambamarquino fueron condecorados como héroes, falsos héroes de pacotilla, de
medallas sin brillo ni lustre y de vergüenzas soterradas. La historia de la que
no se aprende no sirve de nada.
Hoy las madres recordarán, los huérfanos
recordarán, las viudas recordarán… y los líderes políticos darán discursos en
las plazas buscando votos y Ollanta Humala y Oscar Valdés sentirán una
vergüenza secreta mientras las madres, las viudas y los huérfanos de los caídos
llorarán ¿Quién calmará esas lágrimas? ¿Quién pagará por esa infelicidad?