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martes, julio 02, 2013

Los falsos héroes que mataron a gente inerme en Celendín


Hay conmemoraciones que resultan fatídicas, hace un año, un día como hoy, la prensa nacional y mundial daba cuenta de los primeros muertos por el conflicto minero del proyecto Conga, aquel que se rompió por el lado más débil y que dejó una estela de dolor en varias familias celendinas y en una bambamarquina.

Al cabo de un año ya podemos hablar de historia, esa historia que mira con oprobio el accionar salvaje de un grupo de soldados armados que dispararon a matar contra la población inerme, entre los fallecidos había un estudiante menor de edad, el ministro del Interior de esos días, Oscar Valdés – el que después fue expectorado por su ineptitud y su mal manejo de conflictos en el Perú-, montó un show con supuestos soldados heridos que fueron traídos a Cajamarca en helicóptero, soldados que no tenían un solo rasguño por que la población celendina estaba desarmada.

Ante el fallido intento y el procaz espectáculo el fantoche de Valdés manejado por Humala salió nuevamente a decir que sus huestes solo habían disparado balas de goma, lo que fue desmentido una vez más cuando de los cráneos y de los cuerpos – o de la garganta como fue el caso de Joselito Sánchez a quien le dispararon desde un helicóptero- se extrajeron balas de fusiles de guerra.

José Faustino Silva Sánchez, Eleuterio García Díaz, César Medina Aguilar y José Antonio Sánchez Huamán, son hombres celendinos que la historia recordará igual que al bambamarquino Joselito Vásquez Jambo, porque sus muertes son el icono de la barbarie sobre la intransigencia.

Los políticos testarudos que incendiaron la pradera no sufrieron un rasguño, como tampoco los sufrieron los soldados y los policías de Ollanta y de Valdés. Los dirigentes que a la hora de las balas apagaron su discurso, los dirigentes que en una actitud hipócrita envolvieron a los muertos en una bandera para después olvidarse de sus madres y sus hijos, de los huérfanos y las viudas, fueron tan miserables como las órdenes del gobierno de disparar a matar a una población inerme.

Ninguna muerte debe ser inútil, por eso la muerte de estos mártires merece ser recordada en la historia reciente de Celendín, aquella que se cincela con los días y que cambia el rostro de una historia trágica que nunca debió pasar.

Los asesinos de los cuatro celendinos y un bambamarquino fueron condecorados como héroes, falsos héroes de pacotilla, de medallas sin brillo ni lustre y de vergüenzas soterradas. La historia de la que no se aprende no sirve de nada.

Hoy las madres recordarán, los huérfanos recordarán, las viudas recordarán… y los líderes políticos darán discursos en las plazas buscando votos y Ollanta Humala y Oscar Valdés sentirán una vergüenza secreta mientras las madres, las viudas y los huérfanos de los caídos llorarán ¿Quién calmará esas lágrimas? ¿Quién pagará por esa infelicidad?


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