Nuevamente el Perú se ve inmerso en una paralización nacional que pese a la publicidad que el gobierno ha propalado en diferentes medios de comunicación con la ilusa idea de contrarrestar el paro no lo va conseguir del todo.
“El tren del Perú no debe parar”, dice uno de los spots publicitarios, “no le pongas piedras en el camino” agrega. Y con certeza se refiere a la interpretación literal de obstaculizar las vías de comunicación con piedras, lo que esta prohibido por una reciente ley y que además es penado.
Pero todo apunta a que el que puso las piedras en el camino del tren peruano no fue el pueblo sino la corrupción enquistada en el gobierno aprista, desde los dolosos acontecimientos en el intento de compra de un lote de patrulleros. Los apristas han olvidado sus tiempos de búfalos, sus marchas callejeras y reuniones clandestinas, sus conspiraciones… Alan olvidó su marcha callejera nada pacífica, cuando pateó salvajemente a Jesús Lora, en una marcha convocada por la CGTP.
El Ministerio del Interior ha decidido usar la represión muy a su estilo de los últimos meses, la misma represión que aplica cuando indefensos campesinos reclaman por el agua que les es arrebatada, la misma represión que se ordenó aplicar a estudiantes universitarios y a los maestros “comechados” según palabras textuales del presidente de la República Peruana.
"No creo que esta ocasión amerite sacar a las FFAA a las calles. Es muy peligroso porque no están entrenadas en control de disturbios. Me parece una pésima decisión. No hay que exagerar el significado de este paro", dijo Fernando Rospigliosi, ex ministro de Interior, citado por El Comercio.
"La labor es preventiva no queremos enfrentamientos ni heridos, pero tampoco podemos estar inermes ante amenazas y debemos proteger a quienes deseen trabajar y transitar", dijo el ministro de Defensa Antero Flores Aráoz en respuesta a las críticas.
La democracia faculta a protestar cuando un sector de la sociedad está en desacuerdo, existe un derecho inalienable que el gobierno bajo ninguna embuste puede negar. El sacar el ejército a las calles es una manera de generar actos violentos, los reclutas carecen de preparación y sus actos no garantizan ninguna seguridad ni orden alguno.
El provocador de Alan García pretende una vez más demostrar su poder y hacer alarde de su negligente actitud. El presidente se ha convertido en el prototipo de una autoridad renegona y prepotente empecinada siempre en salirse con la suya. La cuadrilla de ministerios y de gobernadores en cada pueblo solo avala la insensatez de un gobernante en escombros ideológicos que ha desmembrado la ideología del partido de Víctor Raúl.
Ellos pretenden defender lo indefendible, lamentablemente esas actitudes dictadorzuelas solo levantan los cadáveres políticos de una izquierda a quien se le inyecta la vida con las absurdas represiones al pueblo, solo prostituyen la política nacional.
La psicosis neurasténica de un mandatario cada vez más perturbado no debe ser secundada por posiciones obtusas de gobernadores y ministros que cuando los miembros del orden no se inmolan en nombre de su tiranía los humillan, vejan y destituyen.