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jueves, mayo 17, 2007

De un tigre cajamarquino que comía otorongos




Hace unos días veía las noticias de la mañana, un noticiero nacional que es emitido desde Lima. Un inmenso operativo se había montado en un barrio populoso y peligroso. Un operativo en el que se detuvieron a cientos de comercializadores de droga, a prostitutas, a delincuentes que campean en el corazón de Lima.

Pero mi sorpresa se dio al ver al jefe de ese operativo, cuando lo entrevistaron pude ver su rostro, era Alfonso Chavarry, con su uniforme verduzco daba declaraciones a la prensa sobre los resultados del operativo emprendido. Mientras los detenidos eran conducidos en un carro portatropas.

Era el mismo hombre que hace unos meses dejó Cajamarca por un cambio emitido por su jefatura, un cambio que respondía a presiones políticas y económicas, aquel que se enfrentó a narcotraficantes, ladrones de autopartes que cuando hoy se los menciona nos envían cartas notariales y juran santidad y honestidad, el único capaz de detener y requisitoriar las armas asesinas de una empresa de seguridad perteneciente a una poderosa minera luego del vil asesinato de un campesino en Combayo. Estaba en Lima cumpliendo con su deber capturando delincuentes y prostitutas, vendedores de droga y bandidos de toda calaña.

Chavarry marcó un hito en la historia de la vida de los cajamarquinos, los delincuentes empezaron a dudar antes de actuar, nos enseñó que no debíamos conformarnos con saber que nos robaron y que podíamos encontrar lo que nos robaron en cierto lugar de la ciudad a un precio aceptable, sino que debíamos denunciarlos. Y así fue. La delincuencia estuvo en vilo y estuvo incómoda.

Chavarry Sancionó a sus congéneres corruptos e ineficientes y eso a muchos les dolió, porque luego de que un parlamentario fujimorista hiciera tristemente célebre la frase “Otorongo no come otrorongo” fue un casi un símbolo nacional, sin embargo Chavarry sancionó a los policías corruptos y abusivos, prueba de ello son las papeletas de sanción que han quedado en el archivo de la PNP durante su periodo. Y aquellos seres, acostumbrados a que se les pase por alto sus delictivas conductas se sintieron tan incómodos como los narcotraficantes o los vendedores de autopartes robadas.

Ahora Chavarry captura avezados delincuentes en Lima y es aplaudido y reconocido, es cajamarquino y eso nos enorgullece, es entrevistado en medios nacionales y felicitado por su comando, reconocido, es otro profeta desterrado de su tierra, otro de los cajamarquinos que hace historia en otras distancias porque aquí no se permite el éxito, no se reconocen las labores eficientes más que con la envidia y la inquina.

Muchos miembros de esa institución deben sentirse a buen recaudo ahora que el tigre está lejos. Mientras tanto un grupo de jóvenes y señoritas estudiantes de la escuela de policías corren por las noches en ordenada formación gritando que quieren bañarse en una piscina llena de sangre… y un dos, tres cuatro.

Ojalá que de todos ellos salga alguno que se le parezca, que no dude en sancionar a la delincuencia y demuestren al Perú que otorongo si come otorongo y que el Perú aún puede cambiar, como lo hizo Chavarry aquí, como lo sigue haciendo allá.

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