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lunes, agosto 06, 2007

De los bienhechores sacerdotes casados y de uno perverso que celebraba Hallowen en la iglesia












La semana pasada un congreso de sacerdotes católicos se realizó en el distrito de Baños del Inca, el escándalo fue explosivo, una sociedad cucufata y llena de antivalores puso el grito en el cielo ante tamaña osadía. Los grupos más agudos los tildaron de satánicos y de vergüenza pública, sobre todo los grupos sectarios, es decir, ese numeroso grupo de desertores que abandonaron la iglesia católica para enrolarse en religiones tan absurdas como aquellas que prohíben cantar el himno nacional, las transfusiones de sangre o simplemente tomar café, por que lo catalogan de “pecado”.

Sin embargo este valeroso grupo de ex-sacerdotes católicos salió a la palestra y puso en claro su postura “Somos un grupo de sacerdotes a quienes la iglesia Católica Apostólica y Romana ha desconocido, pero somos seres humanos con valores y para vivir tenemos que sudar la gota gorda” Expresó uno de ellos ante la oleada de críticas. La expresión de “sudar la gota gorda”, obviamente abarcaba más allá de su vida laboral, considerando que todos ellos además de ser casados cuentan con uno o algunos hijos.

Los mojigatos, puritanos y melindrosos no dejaron de rasgarse las vestiduras ante la evidente realización del congreso y hasta hubiesen querido ser los protagonistas de un nuevo Tribunal de La Santa Inquisición con tal de impedir tal extravío.

La Iglesia Católica ha perdido adeptos notablemente, más aún en un país donde la educación es uno de los pilares más fofos de nuestra sociedad, donde es fácil timar a los semianalfabetos con la premisa del castigo divino y otras patrañas maquiavélicas como el obligar bajo temores apocalípticos a los que no diezman aunque sea los cincuenta centavos del los cinco soles que puedan ganar diariamente.

La Iglesia Católica debería reconsiderar el celibato, siendo los sacerdotes hombres de carne y hueso que si bien son personajes llenos de virtudes y valores sobresalientes, también es muy cierto que la sexualidad no es indigna ni pecaminosa, mucho menos frívola o satánica, sino que al contrario es la fórmula que permite la continuación de la especie humana, sin contar que además alarga la vida, libera del estrés y quita el malhumor.

Bajo esos argumentos falsos de indignación ante un grupo de sacerdotes casados en todo el mundo, la Iglesia Católica tiene camuflada en sus filas a curas lascivos, lujuriosos y pervertidos, por los que incluso ha tenido que pagar millonarias indemnizaciones a las familias cuyos hijos habían sido víctimas de vejámenes mundialmente publicitados.

Pero el resto de iglesias y sobretodo las sectas no son ajenas a este problema, conocidas y denunciadas son las historias de los pastores de iglesias que han acabado violando a sus fieles, de los ancianos sátiros y de líderes que someten a sus miembros más jóvenes a aberraciones sexuales condenables por los grupos más dúctiles.

Estamos acostumbrados a la hipocresía, a la verdad a medias. Mi vecino es un sacerdote católico y en ejercicio cuyo hijo fue mi compañero en el colegio y a quien el desdichado cura prestaba la Iglesia para que allí se celebre la fiesta de Halloween, y se celebraba entre los santos silenciosos y la noche muda como testigo. Parece descabellado pero es verdad. La gente debería escandalizarse por ese tipo de farsantes y no por gente buena, transparente y humanamente igual a cualquiera de nosotros como los bienhechores sacerdotes casados.

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